Justo antes de ser ejecutados, los condenados a la pena capital tienen derecho a una última cena. Los estados de la Unión Americana que ejercen la pena de muerte como máxima sentencia en su sistema de justicia ofrecen a los condenados esta comida que tiene un tope de costo de hasta 40 dólares.

 

Esta tradición fue establecida en 1924 en Texas y permite a los condenados elegir lo que le gustaría comer antes de morir.

 

La última cena es una práctica común en las cárceles, donde se encuentran los que serán ejecutados. Muchas veces, esta comida se lleva a cabo un día antes de que las autoridades proceden a su ejecución.

 

Esa práctica recuerda la historia de la Biblia católica, al referirse a la última cena que tuvo Jesucristo con sus discípulos antes de su arresto y crucifixión.

 

En Florida, las peticiones para la última cena deben ser alimentos locales y no sobrepasar una factura de 40 dólares, mientras que en Oklahoma el costo límite es de 15 dólares.

 

Y en Louisiana, el director de la cárcel se reúne tradicionalmente con el condenado para su última comida. En una ocasión, el director pagó una langosta para la cena de un preso.

 

Si bien está práctica inició en Texas, ese mismo estado decidió en septiembre de 2011 eliminar la última cena a los condenados a muerte, después de que el preso Lawrence Russell Brewer.

 

Brewer pidió en su última cena antes de ser ejecutado, dos filetes de pollo frito, una hamburguesa triple carne con queso y tocino, ocra frita, medio kilo de barbacoa, tres fajitas, una pizza, medio litro de helado y pastelillos de mantequilla de maní. El preso finalmente no comió nada porque dijo que no tenía hambre, por lo que el estado decidió poner fin a este último privilegio.

 

Por esta razón, el mexicano Édgar Tamayo, quien será ejecutado hoy en Texas por el homicidio del policía Guy P. Gaddis en 1994, no beneficiará de esta última cena.

 

No obstante, en otros estados esta práctica tradicional continúa y la mayoría de los pedidos de los condenados a muerte son platillos llenos en caloría y grasa.

 

Si bien varias cenas deben de respetar un costo límite, muchos estados no permite darle alcohol a los condenados debido a que las cárceles no quieren percances con los demás prisioneros.

 

En Virginia, por ejemplo, la comida tiene que ser realizada por lo menos cuatro horas antes de la ejecución. La solicitud más popular es una hamburguesa con queso y patatas fritas. La carne, el pollo frito y los helados también son comunes.

 

De acuerdo con un estudio de la Cornell University en el estado de Nueva York, los alimentos más solicitados por los condenados a muerte son papas a la francesa, refrescos, helados, hamburguesas, pollo, pie y carne.

 

Las últimas cenas de los condenados son, aunque muy morbosas, una fuente grande de fascinación, ya que los que han cometidos los crímenes más horribles optaron por una langosta o espaguetis enlatados como comida antes de morir.

 

El estudio académico señala que el promedio de las cenas solicitadas por los condenados está estimado en dos mil 756 calorías, es decir más de lo que un hombre adulto necesita para todo un día. Los investigadores estiman también que cuatro de los platillos pedidos alcanzaron más de siete mil 200 calorías, e incluían 12 piezas de pollo frito, dos rollos de manquilla, puré de papa con salsa morena, dos refresco y un litro de helado, la mitad de fresa y la otra de vainilla.

 

Si los alimentos con mucha caloría y grasa son los más solicitados, las frutas y verduras son los menos populares, aunque de acuerdo con el estudio de Cornell University, 25% de los condenados optaron por una ensalada como última comida antes de morir.

 

Entre las últimas cenas más curiosas figuran la de Timothy McVeigh, de 33 años de edad y condenado a muerte por 168 cargos de asesinato en Indiana. Fue ejecutado con inyección letal en 2001. Su última cena fue un kilo de helado de menta con trocitos de chocolate.

 

Jackie Barron Wilson, culpable de violar y asesinar a la niña Maggie Rhodes, de cinco años de edad, fue condenado a muerte y ejecutado con inyección letal en Texas en 2006. Su última cena fue una cebolla cruda, dos refrescos y un paquete de chicle.

 

Victor Feguer, condenado a muerto por un asesinato en Iowa en 1963 comió en su última cena una simple aceituna, consideraba que al comerla, un olivo iba a nacer de su cuerpo como un símbolo de paz.

 

Por su parte, Ignacio Cuevas, hijo de un campesino mexicana analfabeto y autor del asedio de la prisión de Huntsville, Texas, en 1974, fue ejecutado en 1991 por la muerte de dos rehenes. En su última cena pidió pollo empanizado, arroz al vapor, pan, frijoles negros y té helado.

 

Pero el mexicano Édgar Tamayo, quien será ejecutado hoy en Texas, no tendrá derecho a su última cena, ya que Texas eliminó esta práctica en 2011.