Un viejo funcionario mexicano del gobierno federal, que no rebasa los 35 años de edad, ingresó a su pizarra de Twitter para regodearse frente al mundo. En el carrusel de caritas y mensajes se topó con 140 caracteres provenientes de una cuenta de Taiwán, mexicana por supuesto. Se trataba de un vínculo de un periódico mexicano cuyo contenido “explosivo” tenía un sentido anecdótico: ¿Cómo celebran el Día de Muertos en México? Esta era, si no mal recuerdo, la cabeza del texto periodístico. En efecto, el personaje que lo tuiteó desde Taiwán, también funcionario mexicano, intentaba compartir a sus 10 seguidores información cultural mexicana. Al viejo funcionario, que repito, no rebasa los 35 años de edad, le comenzaron a temblar las piernas, cogió su laptop y envió un mensaje ordenando a sus esclavos bajar el mensaje de manera inmediata. Nunca más Taiwán, porque Taiwán es una palabra orwelliana que puede lastimar los tímpanos santos de su alteza serenísima, don Xi Jinping, cabeza del imperio del siglo XXI, China.
El año pasado, México restableció carreteras supersónicas comerciales con China y lo mejor, para el viejo funcionario mexicano, era no irritar al régimen chino. El mismo régimen ha quedado vulnerado por la información que la noche del martes comenzó a circular por las principales páginas web del mundo, en especial europeas y asiáticas. Los familiares directos de cinco de los siete hombres que dirigen al Partido Comunista Chino han extendido sus privilegios a paraísos fiscales. El comunista del siglo XXI no puede evitar las tentaciones del placer, y el placer monarca de nuestro siglo es el dinero. Nostálgicos aquellos que en su cabeza guardan la imagen victoriosa de los comunistas chinos de 1949 derrotando a los nacionalistas de Chiang Kai-shek. Bendita cultura maoísta, nos decían los enemigos de Estados Unidos. Marxistas, leninistas y todos aquellos paraísos mentales en los que cada uno contribuía laboralmente con lo que podía, y cada uno recibía la bendición de Mao de acuerdo con sus necesidades. Pero hoy, y gracias a que Deng Xiaoping permitió la entrada a China al placer embriagador del dinero, la cúpula del santo partido comunista de China ha abierto franquicias bancarias en paraísos fiscales.
El admirado Tzvetan Todorov, en El miedo a los bárbaros (Círculo de lectores, 2008), escribió que una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, el mundo se dividió, políticamente hablando, de la siguiente manera: “el tercer mundo era pobre y Occidente era rico, en los países comunistas el ejército era rico y la población pobre (aunque no se permitía decirlo)”. Han pasado casi 70 años y al parecer, las diferencias entre los siete grandes del partido comunista respecto a los más de mil 300 millones de chinos han crecido gracias a los offshores, esos paraísos que tienen la gracia de desterritorializar las manos que mueven el dinero.
Todo parece indicar que los Edward Snowden comienzan a mimetizarse para garantizar, como parte toral en nuestra era, la inexistencia de asimetrías de información.
De los offshore Portcullis Trust Net (Singapur) y Commonwealth Trust Limited (Islas Vírgenes Británicas) salieron 2.5 millones de documentos cuyo contenido revela el eje central del Partido Comunista Chino: el placer de poseer dinero. Fuera máscaras y bienvenidos a la tercera vía del nuevo partido, el PCCH (Partido Capitalista Chino).
Deng Jiagui, cuñado de don Xi Jinping, prefirió transferir su dinero a las Islas Vírgenes Británicas para guardar la apariencia de un hombre austero. Retirado del ruido, delega en su hija Zhang Yann, de 34 años, la gestión de su fortuna. Creador de un emporio inmobiliario, Jiagui decidió invertir también en metales que se utilizan en teléfonos celulares. Visionario, el hombre se la pasa descansando en paraísos tangibles. Pienso en Punta Mita, cercado a los miembros de la oclocracia, detrás del portón se encuentra un paraíso.
La lista que el Consorcio Internacional de Periodistas e Investigación publicó a través de El País, Le Monde, The Guardian, entre muchos otros medios, provocará dos situaciones: que el presidente Xi Jinping dé un manotazo (ya lo hizo al desconectar los portales de los periódicos de marras) y generar una atmósfera mucho más esclarecedora del fariseísmo que caracteriza al Partido Comunista Chino. Frente a la danza de los dólares chinos, el grueso de su población subsiste con 26 pesos diarios. Ejemplar, resulta la China de hoy.
Mientras eso ocurre, en México, algunos funcionarios mexicanos continuarán desconectando los servidores de Taiwán para evitarle un mal momento a los miembros de la cúpula partidista quienes, seguramente, se encontraban brindando con tequila y comiendo carne de cerdo (mexicana) en el momento en el que escucharon el manotazo de Xi Jinping.