En la crisis en Michoacán, una cosa debe estar clara en este momento: la forma como el comisionado para la Seguridad y Desarrollo Integral en Michoacán, Alfredo Castillo, diagnostica el conflicto armado en ese estado, está totalmente equivocada. Basta ver sus declaraciones. El martes declaró que el avance de las fuerzas federales en Tierra Caliente había sido “menos complejo de lo que esperaban”, y el miércoles, en su primer reporte sobre los choques armados en la víspera, que las autodefensas y Los Caballeros Templarios sólo habían intercambiado disparos disuasivos en Apatzingán y Parácuaro. Menuda confusión trae en la cabeza.
El avance de las fuerzas federales sobre las cabeceras municipales ha “sido menos complejo” -entendiéndose porque Los Caballeros Templarios, a quienes quieren arrebatar control territorial, están replegados. Presencia no significa control, ni la falta de resistencia equivale a derrota. El repliegue es de fuerzas, no de personas, pero quienes se fueron antes que ardiera Tierra Caliente, fueron sus familias, razón por la cual los autodefensas ocupan y muestran ahora las casas que tenían en la zona. Los jefes criminales no viven en los pueblos, sino en la sierra.
Los Caballeros Templarios no están presentando resistencia frontal a las fuerzas federales por una razón: nunca lo han hecho. La extrañeza del comisionado Castillo debe ser causa de su desconocimiento conceptual. Sólo los ejércitos regulares -constitucionales o rebeldes- llegaban a enfrentarse dentro de los viejos parámetros de las guerras, con infantería, caballería y artillería. El concepto se agotó en Vietnam hace más de 30 años, y las estrategias se han transformado como resultado de la asimetría de fuerzas. La guerra civil en Siria y la de ocupación en Irak y Afganistán son ejemplos actuales de esta evolución.
Los “disparos aislados”, término que usa el gobierno para describir lo que sucedió durante unas cuatro horas en comunidades de Apatzingán y Parácuaro, no fueron una excepcionalidad, ni tampoco disuasivos, como afirma Castillo. Dos grupos enfrentados a muerte, como las dos fuerzas beligerantes en Michoacán, no disparan para disuadir sino para matar. Creer lo contrario es no entender esas dinámicas. Los “disparos aislados” son enfrentamientos en intervalos donde los grupos se mueven continuamente para lograr una ventaja táctica. Al no tener superioridad numérica y en armamento, como sucedió, ninguna de las dos fuerzas podía imponerse desde una posición estática. En ese caso, la capacidad de hombres y fuego fue simétrica, y la emboscada que buscaron los Templarios en contra de los autodefensas fracasó y se convirtió en una batalla.
Las declaraciones del comisionado son preocupantes, porque al ser el designado federal para organizar todo el plan para la pacificación de Michoacán, la forma como observa el conflicto apunta a que la estrategia que plantee y las soluciones que proponga tienen como destino el fracaso. Lo que sucede en Michoacán tiene que verse bajo un prisma diferente. Ubicarlo en el ámbito de la procuración y administración de justicia es insuficiente. No importa cuántos procuradores y jefes policiacos se releven, la solución no se alcanzará. A Michoacán hay que sacarlo del marco de la seguridad pública y llevarlo al terreno de la seguridad nacional.
Urge cambiar la estrategia federal y abordar a los Caballeros Templarios bajo la lógica no de una organización criminal, sino como un grupo guerrillero que fue capaz tejió redes logísticas para alimentos y techos, sistemas de información, medios de financiamiento durante casi una década. La pérdida de base social por sus excesos no es todavía suficiente para destruir todo el andamiaje construido en estos años. En el gobierno de Felipe Calderón se cometieron grandes errores en Michoacán al inyectar cuantiosos recursos -equivalentes al 0.5% del PIB nacional- que terminaron favoreciendo a Los Templarios con nueva infraestructura. Una de las razones del fracaso de Calderón fueron los antagonismos en su equipo sobre qué estrategia seguir, que creó una dicotomía que provocó que el enfoque de guerrilla sobre Los Caballeros Templarios fuera neutralizado muchas veces por la idea que sólo rociando de dinero Michoacán se podrían resolver problemas incubados por generaciones.
El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto está caminando por la misma ruta de Calderón, con una diferencia sustancial: su hombre en Michoacán no entiende dónde está parado y qué está pasando. El comisionado Castillo es clave para que el gobierno peñista no corra la misma suerte que el calderonista. Pero necesita hablar menos y estudiar más para analizar mejor. No es una tarea imposible, pero se necesita disciplina y menos protagonismo.
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