Extraño y difícil inicio. Tanto, que hubo un momento en que pareció que los presidentes y los cancilleres quedaron envarados. Sin animarse a responder, ni a aplaudir, el discurso de Raúl Castro Ruz. Ni se animaron –como si algo los inhibiera o los retuviera- ni hubo tampoco mucho espacio para ello.

 

Vaya, ni siquiera la mención de su hermano Fidel Castro, en un momento dado del discurso, propició la interrupción con palmas de los 25 mandatarios presentes en La Habana. Ni un solo presidente, ni un solo canciller se atrevió a aplaudir. Sólo al final.

 

Y es que el mandatario cubano tampoco utilizó el micrófono para lanzar flores o perderse en ditirambos. ¿O sería acaso el fantasma de los gringos?, se preguntaban en la sala de prensa donde se desplegaban las pantallas.

 

Primero fue el minuto de silencio que pidió, en honor al fallecido mandatario venezolano, Hugo Chávez, el gran impulsor de este mecanismo llamado Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC).

 

Luego, el fantasma presente; el no olvido. El recuerdo de que Cuba fue expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA), hace más de 50 años (en 1962) y, por más que estuviera ahí presente el secretario general del organismo interamericano, José Miguel Insulza, la cortesía diplomática no impidió que Castro declarara abiertamente que la CELAC es hoy en día quien representa legítimamente los intereses de América Latina y el Caribe.

 

Y no la OEA, por supuesto; acusada de someterse los dictados de Washington.

 

Único orador en la sesión inaugural de esta Segunda Cumbre de la CELAC, Raúl Castro reconocería diferencias entre ellos. Pero destacaría lo que sólo dos grandes espectaculares se alzarían en las calles aledañas al Pabellón de Exposiciones donde se realizaba la Cumbre: “33 pueblos, un destino común”.

 

El otro gran cartel acusaba: “Bloqueo: el genocidio más largo de la historia”.

 

Por supuesto, el punto del “criminal bloqueo” saldría a relucir. Como también la solidaridad con Argentina en su reclamo de las islas Malvinas, y la misma solidaridad para con Ecuador ante las empresas que amenazan con demandas en “tribunales sesgados por la codicia”.

 

Ni qué decir del tema central del encuentro: La pobreza, el hambre, la desigualdad.

 

Somos la región más desigual del planeta, apuntaría el presidente de Cuba. Los avances han sido lentos, fragmentados e inestables. Las cifras de la CEPAL hasta 2012 lo mostraban: 164 millones de pobres en América Latina, equivalente al 28.2%. De éstos, 66 millones en pobreza extrema. Y la pobreza infantil alcanzando al 70.5% de ellos. ¡Cifras de horror!

 

Dilma Roussef (Brasil), Cristina Fernández (Argentina), José Mujica (Uruguay), Evo Morales (Ecuador), Enrique Peña Nieto (México), Nicolás Maduro (Venezuela), Daniel Ortega (Nicaragua), seguían en silencio el discurso de Raúl.

 

Sólo al final, cuando Castro concluyó su discurso de 27 minutos, los aplausos resonaron. Y más parecían protocolarios que otra cosa.

 

Lo que Granma destacó

 

De cualquier modo, los cubanos estaban de plácemes. La organización de la Cumbre era todo un éxito, cuando menos, en lo que a presencia se refiere y a organización.

 

La primera plana del Granma -el diario oficial cubano- destacaba en su edición del día una foto de Fidel Castro con la presidenta de Argentina, Dilma Roussef. El pié de foto apuntaba que habían tenido ‘un encuentro fraternal”.

 

Se le ve a ella a un lado, tomándole el brazo al comandante, sonriéndole y buscándoles la mirada, y a un Castro pensativo.

 

La segunda foto que destacaba el diario era del ecuatoriano, Evo Morales y una declaración contundente: “Estos son los tiempos de los pueblos, no de las oligarquías”.

 

Un poco más abajo, se ve una foto de Enrique Peña Nieto y el llamado a un artículo que escribe el presidente de mexicano en sus páginas. Un escrito que no deja lugar a dudas del rumbo que le quiere dar a la relación entre los dos países. Dice que los mexicanos “queremos impulsar con Cuba un reencuentro fraternal, basado en la solidaridad y el respeto mutuo”.

 

Reconoce “la formación integral” que reciben los niños en esta isla, su sistema de salud, sus logros deportivos, en el ámbito cultural y por todo ello –apunta-, “es deseo de México acompañar y respaldar a Cuba en el proceso de actualización económica”.