El mapa del mundo se convierte en el más canalla de los determinismos. Detrás de las líneas rectas que dividen a África se encuentra la mente maquiavélica de los colonialistas que, con escuadras, se repartieron el motín negro dejando despoblado de riquezas al continente. Latinoamérica continúa con pugnas por extender soberanías a costa del vecino. El ejemplo reciente es el fallo del tribunal de Justicia de La Haya el pasado lunes a favor de Perú dejando a Chile sin 50 mil kilómetros de mar. Bolivia espera el fallo que determinará si logra o no, salida hacia el mar chileno.

 

Después del boom globalizador de los tratados de libre comercio (uno de los dos motores potentes de la globalización, el otro es la tecnología) tocó turno al último llamado a las ideologías. El polvo que surgió de la caída del muro se convirtió en una nube que recorrió al mundo entero.

 

De ahí que Hugo Chávez rescatara parte de ese viejo polvo para patrocinar dos bloques antiestadunidenses: la ALBA y la Celac. Si Estados Unidos promovió la Alianza de Libre Comercio para las Américas (ALCA), entonces Chávez, en representación de Fidel Castro articuló la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (Alba). El objetivo ornamental era lo de menos.

 

Frente a la Organización de Estados Americanos (OEA), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). La realidad es que el costo de oportunidad en la conformación de esos bloques es altísimo. Y lo es porque las declaraciones de la Alba y la Celac reflejan un mundo en blanco y negro.

 

Un ejemplo es la declaración de la reciente cumbre de la Celac en La Habana. EL tema de la reunión fue la paz en la región (numeral 53 de la declaración conjunta). La Unión Europea habló sobre el tema en 1956 en Roma para dejar atrás las dos guerras mundiales de la primera mitad del siglo. Es decir, la UE no lleva 58 años de ventaja. Aquí nos encontramos con declaraciones en blanco y negro.

 

Al revisar la declaración conjunta de los países miembros de la Celac, sorprende que en el primero de los 83 puntos aparezca la ya famosa alusión a la “no injerencia en los asuntos internos de cada país”. Otra vez, en blanco y negro si levantamos el rostro para observar la tendencia de bloques progresistas, que ven en las sinergias soberanistas una de las pocas estrategias para incrementar la riqueza.

 

El 50% de los 83 puntos de la declaración de la Celac es redundante respecto a la carta de las Naciones Unidas firmada en junio de 1945. Otra vez, en blanco y negro. Pobreza, agua potable, educación, Objetivos del Milenio, acciones contra las externalidades que genera la vulnerabilidad… son obviedades.

 

A lo largo de los 83 puntos se forma un eco silencioso sobre los derechos humanos. Al parecer, en la era de las sin-ideologías, el pragmatismo es el lugar común de la pospolítica.

 

Como un cuento de García Márquez, mientras los líderes estudiaban a profundidad los 83 puntos, en Nicaragua, por ejemplo, el Parlamento postrado al presidente Ortega, y a su señora esposa, decidió que el señor presidente se puede reelegir cuantas veces crea necesarias. En Caracas, los dueños de los periódicos ven a los almacenes de papel semivacíos. Rafael Correa, en Ecuador, cerca al periódico El Universo. Pero desde La Habana, todo es gratitud.

 

En la cumbre alterna de la Celac se llevó a cabo la sesión selfie: la foto del recuerdo en búsqueda de likes. Si no mal recuerdo, Ignacio Ramonet inauguró la sala del confesionario en la que Fidel Castro dialoga con aliados. Del icónico cuarto se lee que, quien lo habita, puede ser un personaje de clase media baja. Diseño kitsch de una sala compuesta por sillas de alberca color gris sobre un tapete persa que, a su vez, cubre una alfombra blanca. Fidel sentado en un sillón de oficina cuya altura supera a la silla (diferente) del invitado en turno. Sobre una mesita blanca, también de alberca, reposan dos vasos. Dilma, Cristina, Portia y Enrique, los confesados. Las fotos, en blanco y negro.

 

Entre los tics del siglo pasado se quedó la costumbre de diferenciar a las dictaduras de acuerdo con sus ideologías. Para todos los fanáticos de la derecha, las dictaduras de izquierda son criminales. Para los fanáticos de la izquierda, las dictaduras de derecha son criminales. El fanatismo lleva a quien clama justicia a que le reconozcan que sólo él o ella tiene razón.

 

Si en blanco y negro sucedió aquello de: A continuación, 24 Horas, con Jacobo Zabludovsky. Cincuenta años después, don Jacobo regresa como el periodista del sistema. Es el siglo XXI, una selfie con don Fidel bien vale la pena, nos diría el licenciado Zabludovsky.

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