Este jueves, la televisión mundial verá el fin, no sólo de un programa, sino de una forma de hacer televisión.
Después de casi 21 años al aire, Jay Leno dejará –y, ahora sí, para siempre– la conducción del Tonight Show, el programa insignia de unitarios nocturnos creado por la NBC en los inicios de la televisión.
Con la partida de Leno, se irán no sólo las bromas y el estilo red neck y casi conservador de las bromas de un conductor, sino el acercamiento al medio de una forma tradicional y clásica para, ahora, intentar atraer a una audiencia que la NBC perdió poco a poco. Mucha de esa pérdida, por culpa de Leno.
La historia es conocida: el programa comenzó conducido por Steve Allen y Jack Parr, pero se convirtió en el gran escaparate para la música y el entretenimiento de la mano de Johnny Carson, un comediante con química erecta para engatusar a una audiencia que cruzaba del Camelot de JFK a los tiempos de Clinton. En 92, luego de golpes bajos dados a través de publicaciones del corazón, Carson decidió retirarse y la NBC decidió dejar el espacio en manos de Leno, un cómico con raíces italianas que era más dócil para los ejecutivos de la televisora de la NBC que su principal competidor para el puesto: David Letterman.
Con el tiempo, ambos personajes competirían por el mismo público de la generación de Baby Boomers e, incluso, de la generación X. Letterman ganaría el respeto de los ilustrados y Leno de la mayoría. Los ratings de Leno mostraban una predilección por parte de la mayoría de la audiencia, acostumbrada a terminar el día con bromas simples y entrevistas a una cantidad de personajes que pareciera infinita, aunque en realidad sea un número limitado y muy estudiado.
Y es que, para mantener la atención del público tradicional de late night shows, los invitados son peleados. Muy peleados por los equipos de producción. Peleados como los escritores de chistes para el monólogo de entrada de este tipo de programas.
El monólogo. La clave del éxito o el fracaso. Un equipo de entre cinco a 20 personas escriben y reescriben textos e ideas sobre temas del día o de actualidad. Personajes, políticos, artistas, cantantes o hasta acontecimientos rutinarios pueden ser parte del monólogo que sostiene al programa. El monólogo y la soltura, chispa, gracia y atracción que tenga el conductor al momento de desarrollarlo.
Leno es un maestro del monólogo al igual que Letterman.
El problema es cuando el maestro se oxida.
Desde 2007, la NBC sabía que el tiempo de Jay Leno corría. Intentó entonces reemplazarlo con Conan O´Brien. Dos años después, cuando hizo el movimiento, el desastre llegó para todos. El pelirrojo debió dejar la NBC, Leno retornar al espacio de las 11:30 y, de esa forma, alejarse para siempre de las generaciones de 30 para abajo.
Durante el último lustro, Leno ha vencido de forma sistemática a Letterman y a Jimmy Kimmel, el hombre que la ABC le puso enfrente para atraer a los treintañeros. No ha sido suficiente.
Leno está cansado y sabe que, a sus 63, es el momento.
También la NBC.
Y Jimmy Fallon.
Egresado de Saturday Night Live y de la mano de Lorne Michaels, Fallon conoce el camino para atraer a una audiencia que no sólo ve el programa en su primera corrida, sino que entiende el fenómeno de Hulu, de YouTube, de las descargas de presentaciones musicales en iTunes, del intercambio de Tweets. Si Leno es un showman tradicional, Fallon es el showman del siglo XXI. El 3.0.
Fallon y Leno realizaron un road show la semana pasada para demostrar que no hay rencillas. De hecho, Leno ha dado entrevistas exclusivas a CBS y al Hollywood Reporter sobre su partida. En ambas, ha sido generoso y tratado de aparentar tranquilidad al tener que dejar su trabajo de dos décadas.
Leno dice irse sin rencores, con ofertas debajo del brazo y con un gran agradecimiento con la NBC. Lo cierto es que es el cómico más odiado de la cuadra. Visto por sus adversarios como un tipo inseguro y egoísta, Jay Leno se despide el jueves.
Y se despide, aún, con el rating más alto del horario. Un rating basado en el pasado.
A ver cómo les va con el futuro.