Justo cuando en México se prepara la Cumbre de América del Norte, en la que los tres países miembros del TLCAN buscarán negociar nuevos acuerdos y entendimientos comerciales y de fortalecimiento regional, en la otra parte del hemisferio, la de América del Sur, la amenaza de una crisis regional se asoma con el conflicto político y social que vive Venezuela y que hace crecer la tensión tanto en la República Bolivariana como en el resto de la zona por los señalamientos y acusaciones de intervención a otros mandatarios.
Mientras en Toluca, Estados Unidos, Canadá y México intentarán evolucionar como bloque comercial y regional hacia un Acuerdo Transpacífico (TTP por sus siglas en inglés), en Caracas la situación se torna cada vez más delicada por las movilizaciones sociales y estudiantiles y la respuesta represiva del gobierno contra las protestas. Si en el Altiplano mexicano la discusión será sobre mayores intercambios tecnológicos e integración comercial, en la Región Capital de Venezuela el debate es sobre el respeto a los derechos humanos y a las libertades básicas de la población, en un conflicto que amenaza con escalar hacia una guerra civil entre defensores y opositores al régimen.
Por si fuera poco, en estas dos expresiones de una misma América, la del Norte y la del Sur, la situación venezolana se desborda por momentos con acusaciones e imputaciones a otros países de la región. Ayer, en una muestra de desesperación política por las protestas en su país, el presidente Nicolás Maduro acusó directamente a los presidentes de Colombia, José Manuel Santos, y de Chile, Sebastián Piñeira, de “inmiscuirse en asuntos internos” de su país por las declaraciones en que cuestionaron la respuesta del gobierno bolivariano a la inconformidad social y la represión a los líderes disidentes.
“Yo le pregunto al presidente de Colombia, por ejemplo; le pregunto al presidente Piñera de Chile, que han opinado sobre los asuntos internos de Venezuela, le pregunto ¿si una marcha en Bogotá, presidente Santos, es convocada por un líder de la oposición diciendo que va al Palacio de Nariño a sacarlo a usted, qué hace usted: defiende al Estado colombiano o le entrega el poder al sedicioso que ha pretendido desconocerlo y sacarlo?, ¿qué hace usted? Contésteme”, dijo ayer Maduro en un discurso pronunciado en respuesta a las protestas que ayer volvieron a encabezar estudiantes en Caracas y en las que se entregó voluntariamente el líder opositor Leopoldo López.
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, llamó al diálogo entre el gobierno y la oposición de Venezuela y dijo estar dispuesto a contribuir en cualquier acción que permita restablecer la estabilidad en su país vecino. Mientras que el presidente chileno, Sebastián Piñera, condenó la violencia en Venezuela el domingo pasado.
“¡Ya basta, carajo. Ya basta de que se metan en los asuntos internos de nuestra patria!”, les dijo Maduro al presidente de Chile y de Colombia.
México, más ocupado en preparar la visita de Barack Obama y de Stephen Harper a Toluca este jueves, se limitó a emitir el domingo un breve comunicado de la Secretaría de Relaciones Exteriores en el que fijó su posición: “Con relación a los sucesos registrados recientemente en la República Bolivariana de Venezuela, el gobierno de México, a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), lamenta los hechos de violencia y expresa sus condolencias a las familias de las personas fallecidas. De la misma manera, reitera su convicción de que cualquier diferencia debe ser resuelta en el marco del diálogo, el respeto a las instituciones y el derecho internacional”.
Y aunque el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto actúa con cautela aún en el tema venezolano, el riesgo de una crisis regional por la desestabilización de ese país, tendría repercusiones para todo el hemisferio. En el fondo de la situación se asoma la Carta Democrática Interamericana, suscrita por los 34 países miembros de la OEA, en 1991 y en la que las naciones firmantes, entre ellas México, se comprometen en la defensa de la democracia y las libertades esenciales en la región, por encima de cualquier política de no intervención a nivel nacional.
En esa carta, que cumplió 12 años de estar vigente en el continente, se plasma una amplia definición de Democracia a la que deben sujetarse todos los países firmantes: “Democracia no sólo significa ser elegido democráticamente sino también gobernar democráticamente”, y contempla en sus postulados la obligación de las naciones de defender el cumplimiento del Estado de Derecho, el respeto a los derechos humanos, la defensa de las libertades ciudadanas y de la libertad de expresión. Ninguna de estas condiciones se cumple en este momento en Venezuela y la tensión indica que esas violaciones flagrantes se agravarán junto con el endurecimiento del gobierno de Nicolás Maduro y la persecución de los disidentes.
La pregunta es si en algún momento, entre el esfuerzo de mayor integración del Norte y la tensión venezolana en el Sur, llegarán a confluir las dos Américas. Y si eso pasa ¿qué papel jugará México?