Una gran frase, atribuida al fallecido Hugo Chávez, decía que “entre más cumbres hay entre nuestros presidentes, más abismos se ahondan entre nuestros países”. Algo así puede aplicarse a la Cumbre de Norteamérica que concluye hoy en Toluca y en la que, sin entrar en asuntos de fondo y en los temas delicados de la relación trilateral, como el espionaje de la NSA estadunidense a dos presidentes de México, las molestas visas de Canadá a los mexicanos o asuntos espinosos como la inmigración y el narcotráfico, los mandatarios de las tres naciones que conforman el bloque comercial más antiguo del mundo se reunieron para tratar una agenda light y genérica repleta de buenas intenciones.
Porque aunque en los discursos, en el papel y en los llamados “entregables” de la Cumbre entre Barack Obama, Enrique Peña Nieto y Stephen Harper, se hable de “mayor integración”, de “prosperidad incluyente y compartida” o de “seguridad ciudadana”, la realidad es que, más allá del intercambio comercial, cuya balanza siempre será favorable a los dos gigantes del norte, con todo y lo que crezcan las exportaciones mexicanas, en la dura realidad, el abismo que nos sigue separando de las dos potencias vecinas cada vez se ahonda más y difícilmente se ha disminuido con el Tratado de Libre Comercio.
México no tiene, 20 años después del TLC, ni menos pobreza, ni más crecimiento económico; puede tener más exportaciones y algunas industrias que se adaptaron y se beneficiaron del tratado comercial, pero la mayoría de las empresas y cadenas productivas nacionales perecieron arrasadas por las trasnacionales del norte, mientras las cifras de desempleo o de expulsión de migrantes son las mismas, sino es que más altas que las que existían en 1994.
Tampoco puede decirse, en ningún caso, que nuestro país sea más seguro o menos violento tras la supuesta “prosperidad” que nos trajo el llamado NAFTA. Sí podría afirmarse, en cambio, que al ahondarse las desigualdades sociales, cada vez más pobres engrosaron las filas de la delincuencia, como también podría asegurarse que hay más multimillonarios 20 años después de este tratado y que junto con Carlos Slim, una reducida minoría de empresarios, familias y apellidos aumentaron en estos 20 años sus fortunas de manera estratosférica y se sumaron a las listas de los hombres y mujeres más ricos del mundo.
Por eso suena ingenuo, aunque muy entendible política y diplomáticamente, que el presidente de México dialogue de “prosperidad incluyente y compartida” con sus colegas de Estados Unidos y Canadá ante las marcadas disparidades económicas entre una sociedad y las otras. También es difícil pensar que en materia de “seguridad ciudadana”, algo se pueda comparar o equiparar entre dos naciones que se cuentan entre las más seguras del planeta, con otra que tiene en estos momentos la mayor cifra de secuestros a su población, de asesinatos de periodistas, junto con altas tasas de homicidios violentos y varias zonas de su territorio donde privan la ilegalidad, la extorsión criminal y la violencia.
Pero nada de eso se habló ni se hablará en esta importante Cumbre en la que sólo se tocaron temas positivos, con visión de futuro como “nuevas áreas de prosperidad”, “nuestros recursos naturales y nuevas oportunidades para aprovecharlos” (léase el petróleo mexicano), “fronteras eficaces” o de “eliminar fricciones en las operaciones comerciales”. Todo enmarcado en la siguiente etapa del TLC que ahora, para efectos de globalización e integración se denominará TTP o el famoso Acuerdo Transpacífico en el que el bloque de Norteamérica quiere llegar unido para sumarse a la zona comercial más importante del planeta, que se ubica en la cuenca del Océano Pacífico.
Veremos pues en esta Cumbre de Toluca, a la que la prensa extranjera se refiere como de “los tres amigous”, buenas y bonitas imágenes, mejores y amistosos discursos, agendas llenas de compromisos y las mejores intenciones para consolidar “una región dinámica, sólida y competitiva”. Pero una vez que termine la Cumbre entre los presidentes quedarán los abismos entre las tres naciones, esos que ni 20 años han logrado cerrar.
NOTAS INDISCRETAS… El intenso operativo de la Secretaría de Marina para buscar en Sinaloa a Ismael El Mayo Zambada no pudo ser más oportuno. Justo un día antes de que Barack Obama llegara a México, a algún influyente asesor de Los Pinos se le ocurrió revivir la vieja política de complacer al poderoso vecino del norte lanzando una ofensiva contra uno de los dos líderes del Cártel del Pacífico. Y sí, fueron más de una decena de cateos, algunas capturas importantes y un impresionante despliegue por aire y tierra en Culiacán, pero del Mayo nada. Más que a los sinaloenses, el operativo era para impresionar al visitante de la Casa Blanca. Y allá en Sinaloa no falta quien sepa por dónde se pasea el capo al que han visto en lugares públicos mientras lo anda buscando la Marina… Los dados mandan Escalera. Buen tiro.
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