Al comisionado federal para Michoacán, Alfredo Castillo, el problema de las autodefensas se le está desbordando. El avance de esos grupos, en su afán de controlar la totalidad de los municipios michoacanos, los ha llevado a convertirse en un poder paralelo que, mientras dice someterse y dialogar con el Estado mexicano e incluso aceptar su “legalización”, continúa buscando aumentar los territorios bajo su control y plantearse como meta la toma de la capital de la entidad porque saben que si entran a Morelia significará la victoria política y social de su movimiento de autodefensa.
Mientras el gobierno actúa de buena fe y el comisionado Castillo cree, con cierta ingenuidad, que con la “regularización” y la conversión en “guardias rurales” se desactivará la insurrección armada que representan las autodefensas, los líderes de esos grupos -tanto los visibles como los que no han dado la cara- tienen en realidad otros objetivos: con la bandera de “devolverle la tranquilidad a la gente” y “expulsar a los Caballeros Templarios” lo que realmente están haciendo es tomar el control político y armado de la totalidad de Michoacán para instaurar un nuevo orden basado en el apoyo y la simpatía que despiertan en la población.
La prueba más clara de que a los autodefensas michoacanos no les interesa el tema de deponer las armas, registrarlas y convertirse en policías rurales bajo el mando del Ejército mexicano, es que en todo este tiempo, desde la firma del llamado Acuerdo de Tepalcatepec, que ocurrió el 27 de enero pasado con el gobierno, han jugado un doble juego en el que, por un lado mandaban a unos cuantos integrantes a registrarse en las mesas que instaló el gobierno federal -700 registrados en un mes de un universo total calculado hasta en 20 mil-, mientras por el otro seguían creando nuevos grupos en municipios donde no existían y seguían avanzando en la toma de ciudades en dirección a la capital, Morelia.
El gobierno del presidente Peña Nieto, en una posición de conciliación pero también de ambigüedad y por momentos hasta de debilidad, ha optado por actuar con paciencia y con cautela ante estos grupos al reconocer que desarmarlos y someterlos por la fuerza, como en un principio lo planteó el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, era imposible para el Estado mexicano o hubiera provocado una escalada de violencia. Pero al optar por la estrategia política y de armisticio, con la idea de transformarlos en “guardias rurales”, el comisionado Castillo fue poco cauto y al no fijar plazos ni obligaciones puntuales para apurar esa transformación, terminó cayendo en la estrategia de las autodefensas: mientras “dialogo” con el gobierno avanzo y sigo tomando más poder y territorio.
Un mes después de que se trazó esa estrategia, el resultado es de dudosos avances: es cierto, por un lado que se han logrado pacificar algunos municipios y regiones del estado, como Tierra Caliente, pero esa tranquilidad ha tenido como costo que el Estado haya decidido compartir el monopolio de la fuerza y de la violencia con los grupos de autodefensa convertidos, por decisión propia y con el aval del gobierno federal, en un poder paralelo que acompaña a las instituciones en su obligación constitucional primaria: dar seguridad a los ciudadanos y vigilar el mantenimiento del orden y la tranquilidad.
Hoy en Michoacán, entre tanta incertidumbre empieza a haber algunas certezas: el cártel de Los Templarios se ha debilitado aunque no se puede considerar desmantelado mientras permanezcan libres sus principales líderes y los políticos y empresarios que los encumbraron y apoyaron sigan en la impunidad. Pero aún con ese principio de certeza hay una terrible confusión, pues no está del todo claro quién tiene el control del territorio y quién detenta el poder de las armas, si es el Estado mexicano o son los grupos de autodefensa.
NOTAS INDISCRETAS… La alianza entre Ernesto Cordero y Juan Manuel Oliva sigue atorada y podría no darse porque la definición se ha topado con un duelo de egos para ver quién de los dos es el mejor candidato. Si no hay alianza entre los dos aspirantes y con Josefina Vázquez Mota autodescartada, el camino parece despejarse para la reelección de Gustavo Madero que el domingo a las 11, en un hotel del Paseo de la Reforma, anuncia su candidatura y pide licencia como dirigente del PAN. Marco Cortés será el coordinador de su campaña y Ricardo Anaya el compañero de fórmula. Pero aunque parezca definida la elección panista está lejos de estar resuelta porque aun cuando hubiera un ganador claro el 18 de mayo, cada vez crece más la amenaza de ruptura y algunos ya ven al ex presidente Felipe Calderón y al senador Cordero preparando la ruta de descalificación del proceso para migrar del PAN y buscar llevarse su numerosa corriente a buscar otro partido… Los dados cierran semana. Escalera.