Amén de la inconmensurable obra que lo demuestra todo el tiempo, la arquitectura está íntimamente ligada a la literatura. La literatura lo está también a la arquitectura, aunque quizás de una manera menos indispensable -hay obras literarias que prescinden de escenarios habitables, a saber- por decirlo así. Ahora bien, abordar la relación de ambas artes (en términos de la división clásica de los griegos por ahora…), desde un intento metodológico de analogías es enfrentarse por igual a un ingente campo de posibilidades, quizás articulado mayormente por la imaginación y la memoria, sin importar el orden.
Desde el primer momento del acto creativo -página en blanco o “plano”, en su caso- ambas diciplinas precisan de cierta creatividad “analítica”, aunque en arquitectura el “plano en blanco” sea una metáfora: tiene contexto, coordenadas, orientación, topografía, quizás árboles, infraestructura, además de normas, presupuesto y, digamos, “personajes” (cliente o usuario), para volver a la analogía literaria esperando que no se alargue demasiado, justamente allí, en su carácter utilitario y de servicio que la arquitectura asume casi sin comparación con ninguna otra de las artes. Desde una perspectiva de géneros literarios, en cuanto a términos y a conceptos análogos, una sucesión de patios o una trama de mosaicos pueden ser un cuento para el curioso que encuentra formas y sentido; o las proporciones de una obra arquitectónica pueden resultar “poéticas”.
Digamos que cuento y poesía serían géneros literarios que transportados a la arquitectura se convierten en adjetivos “altamente” calificativos. En otro ejercicio, ahora en términos de un diagrama de “conjuntos de Venn”, obtenemos de la intersección entre literatura y arquitectura infinidad de signos en común, acaso acotados por su fondo: ambas tienen algo que decir, y su forma: la manera como lo dicen… léase que el verbo se hace arquitectura!
Letras o tabiques, libros o edificios, literatura y arquitectura son seres inanimados que cobran vida (Letras Libres o Arquitectura Viva) intermitentemente desde la voluntad con diversos verbos: la ventana “ventila”, se “abre” hacia la vista, el vestíbulo “distribuye”, el patio “organiza”, la plaza “articula”, “democratiza”, el jardín “envuelve” “protege”… y así todo al igual que en literatura existirá según lo dispongamos. La arquitectura es fuerza de voluntad narrativa en potencia, es decir, nos puede (quizás deba) narrar algo, acaso una forma de vida; una imparable analogía que se puede extender hasta el aforismo: no todo lo que se escribe es literatura ni todo lo que se construye es arquitectura.
Más allá de una arquitectura escrita -digamos, con gran discurso y cargada de la mayor aspiración humana- o de una literatura construida monumentalmente, escribir sobre arquitectura en relación a la literatura es (por lo menos en este caso), un ejercicio introspectivo que prometería incierta suma de omisiones que aparecerán con las primeras ideas sobre libros, escritores, escritores que escriben de arquitectura, de ciudades, sobre arquitectos que escribimos de arquitectura, textos, revistas especializadas, o blogs.
Sirva este incipiente intento para localizar el papel que juega la literatura de formato variable hoy por hoy en nuestra práctica profesional, y su repercusión en la ciudad y en la vida cotidiana. Estar en el mundo (habitarlo) supone estar en las letras, impresas o no. Esto presupone además que la sociedad en su conjunto estará más cerca de la arquitectura y que los arquitectos deberemos salir cuanto antes del estéril capelo que representa la “arquitectura para arquitectos”.
Con anterioridad en este espacio reseñé muy sucintamente la formidable colección de textos “Ideario de los Arquitectos Mexicanos” de Ramón Vargas Salguero y J. Víctor Arias Montes. La semana entrante se presentará en el Palacio de Iturbide el monumental libro en dos tomos “Arquitectura en México 1900-2010” de Fernanda Canales editado por ella con Fomento Cultural Banamex, que acompaña la espléndida exposición actualmente montada en el mismo recinto y, finalmente, el próximo día 22 iniciará “Mextrópoli – Primer Festival Internacional de Arquitectura y Ciudad”, evento promovido por Arquine que junto al Gobierno de la Ciudad de México ya empieza a cosechar lo que sembró desde las letras y la arquitectura con incuestionable calidad desde su primer número en otoño de 1997.