Una de las características que hacen tan encomiable a una cinta como Los Insólitos Peces Gato es justo la dificultad para encasillarla en un solo género; o visto de otra manera, por la aparente facilidad con la que el filme elude uno a uno los clichés que el drama familiar impone.

 

La opera prima de la cineasta mexicana Claudia Sainte-Luce, con guión de ella misma y basada en una experiencia personal, abre presentándonos a la solitaria Claudia (Ximena Ayala), adolescente que trabaja como demostradora en una tienda de autoservicio y que a causa de un serio malestar en el abdomen termina en el hospital, sin que sus papás siquiera se presenten para firmar los documentos necesarios y efectuarle una operación.

 

Empero, Claudia no esta sola, en la cama de a lado (del “Holiday IMSS”) conoce a Martha (estupenda Lisa Owen) y a sus cuatro ingobernables vástagos: la siempre adusta Alejandra (Sonia Franco), la gordita dicharachera Wendy (Wendy Guillén), la precoz Mariana (Andrea Baeza) y el pequeño Armando (Alejandro Ramírez), menor de todos los hermanos y en cuya personalidad radica el secreto sobre el críptico nombre de este filme.

 

Aquella multitud siempre bulliciosa de cuatro mujeres y un niño invade inevitablemente la soledad de Claudia quien termina siendo adoptada por este matriarcado tan disímbolo, siempre activo y vivaz, que se despliega alrededor de una figura materna que -no importando la enfermedad- se muestra alegre, optimista, sin perder nunca el humor ni tampoco reprimiendo el inevitable instinto de madre protectora (“Una madre nunca deja de ser madre”) como para incluso adoptar a Claudia como una hija más.

 

Estamos ante un grupo de soledades que se necesitan sin decirlo y que se encuentran sin buscarse. Claudia, silenciosamente conmovida por la hospitalidad sincera de Martha y sus hijas, no sólo se permite ser una nueva hermana y cómplice del grupo, sino que a su vez asume el papel de nueva madre, atendiendo, cuidando, aconsejando, educando a sus nuevos hermanos en lo poco o mucho que ella sabe sobre la vida (“¿Cómo es un beso por dentro?”).

 

La dinámica familiar se despliega ante nosotros no sólo mediante la magnifica dirección de actores (caras nuevas que orbitan alrededor de una experimentada Lisa Owen), sino con un estupendo manejo de los espacios gracias al buen pulso e imaginación de la cinefotógrafa Agnès Godard: aquel plano secuencia inicial que mediante un solo y constante barrido de cámara nos muestra la dinámica interna de la familia, dibujando la personalidad de cada uno y delimitando el tono de toda la cinta.

La película -que bien podría resumirse en la crónica de un adiós anunciado- jamás se permite caer en el melodrama o la sordidez, pero tampoco niega la dificultad y el dolor de la crisis cotidiana que esta familia enfrenta. Al contrario, la vida aquí es una constante lucha por arrebatarle risas y sentido a la vida, por no dejarse caer ante el dolor de lo inevitable, por no sucumbir en la auto-condescendencia ni eludir a la obscuridad que toca a la puerta y que habrá que enfrentar.

 

Emotiva como pocas cintas pueden serlo y fuerte candidata a convertirse en la mejor película mexicana del año, Los Insólitos Peces Gato pinta un núcleo familiar inusual en el cine mexicano, uno donde no sólo el padre está ausente sino que se antoja innecesario, donde el drama se extirpa de raíz y donde la muerte se asume como la única forma de que la vida, no tu ni yo, sino la vida misma, puedan seguir adelante.

 

Los Insólitos Peces Gato (Dir. Claudia Sainte-Luce)

4 de 5 estrellas.