Una misión de ébola para puede durar dos o tres meses. Durante ese tiempo los médicos no tienen contacto físico con nadie, ni siquiera con sus compañeros de trabajo. La única forma en la que pueden “tocar” a una persona es utilizando un traje aislante, el cual usan para acercarse a los casos confirmados o sospechosos. Las misiones médicas para tratar y estudiar este padecimiento no pueden durar más de lo señalado debido a que es tanta la carga de trabajo y de estrés que después de este tiempo la gente termina agotada, explica Franking Frías, mexicano integrante de Médicos sin Fronteras.
“La misión de emergencia es muy estresante por muchos factores, el primero es el ébola, porque la letalidad alcanza hasta 90% de los casos, y aunque como médicos tomamos todas las medidas precautorias para realizar el trabajo sin entrar en contacto con los pacientes, siempre existe el riesgo de un accidente que pueda llevar al contagio”, dijo el especialista en entrevista telefónica.
En medio de la selva africana, en localidades apartadas, que es donde se registran regularmente los brotes, los médicos deben trabajar con temperaturas extremas que van de 35 a 40 grados centígrados, utilizando trajes de aislamiento que en 20 o 30 minutos los deshidratan completamente debido al calor.
“El traje no es tan pesado pero al aislarte sudas mucho, esto provoca además de la deshidratación mucho estrés, que puede ser un factor de riesgo para cometer un error, por lo que no se puede estar mucho tiempo adentro de ellos. Todo es muy aislado, incluso la cama donde duermes y los utensilios de comida que utilizas, no puedes entrar en contacto con nada que alguien más haya tocado”, contó el médico.
Incluso, una vez terminado el trabajo, el personal de salud debe esperar 21 días para descartar síntomas de la enfermedad, para entonces poder entrar en contacto nuevamente con sus seres queridos o cualquier persona.
Pero de acuerdo con Franking Frías, quien actuó en el Congo y Uganda durante el brote de ébola de 2012, el trabajo más duro al hacerle frente a la enfermedad es el de sensibilizar a la comunidad, ya que las culturas africanas tienen muchas tradiciones que resultan riesgosas ante un brote de este mortífero virus.
De acuerdo con el médico, una de los momentos más complicados son los funerales, porque cuando alguien muere en África es tradicional que la gente de la aldea toque al difunto para despedirse, pero incluso cuando mueren los cuerpos todavía pueden contagiar el virus, por lo que hay que convencer a la comunidad de dejar a un lado sus tradiciones arraigadas.
“Otro de los problemas que enfrentamos es que en el continente hay muchos adeptos a la medicina tradicional, como el chamanismo. Hay curanderos que dicen que el ébola no existe, que es una invención de la gente que viene de afuera, y ellos mismo sugieren a los pobladores que se coma parte del cuerpo de una persona atacada por el virus para evitar la enfermedad”, contó.
Además, agregó el especialista, cuando el personal médico monta un hospital de soporte para los pacientes, por lo regular es en un lugar aislado y como se trata de una enfermedad grave por la que muchas personas mueren, la gente de la comunidad llega a pensar que los mismos doctores maltratan a los pacientes o les dan mal los medicamentos, lo que ha generado problemas y amenazas de riesgo para el personal de salud.
Pero más allá de los riesgos de contagio, el arduo trabajo de sensibilización y las barreras culturales, para los médicos que tratan el ébola en África el momento más difícil está en perder a sus pacientes.
“Tenemos mucho contacto con ellos, los vemos a los ojos, les ponemos una mano en el hombro para que no se sientan aislados o solos en ese momento difícil. Esa es la parte humana que tenemos que sacar, decirles de cierta forma que no están olvidados. Es algo complicado porque a veces se forma un vínculo emocional y si el paciente muere también nos afecta, es algo que no se puede evitar”, concluyó.