WASHIGTON. Silbidos, vulgaridades y comentarios gratuitos son el pan de cada día de millones de mujeres en el mundo. Es la forma de acoso más tolerada socialmente y es producida en la calle, espacio elegido por Tatyana Fazlalizadeh para una campaña que interpela a los hombres: “Deja de decirles que sonrían“.
Con un rodillo, cola y un grupo de voluntarias que no deja de crecer, la creadora estadunidense ha imprimido en las paredes de las principales ciudades del país los rostros de mujeres reales -también el suyo- que han sufrido acoso callejero junto a potentes mensajes en inglés y en español que responden a las agresiones verbales más comunes.
“Mi nombre no es ‘pequeña‘”, “Mi ropa no es una invitación”, “No estoy aquí para ti“, “Las mujeres no buscan tu aprobación“. Estas son algunas de las frases que la artista de 27 años ha trasladado a un espacio, la calle, donde las mujeres se sienten a menudo “incómodas e inseguras”, explica en el manifiesto de su campaña.
El acoso verbal callejero es la agresión a la mujer menos documentada y la más difícil de clasificar en términos legales, a pesar de que su incidencia supera el 80 por ciento entre las adolescentes y las jóvenes menores de 30 años, según los estudios de la organización sin ánimo de lucro “Stop Street Harassment” (SSH por si siglas en ingles).
Una de cada cuatro niñas ha experimentado ya el acoso callejero a los 12 años y el 90 por ciento de las chicas de 19 años responde afirmativamente cuando se le pregunta si se ha sentido intimidada por las “palabras y acciones irrespetuosas de desconocidos en un espacio público“.
Esa es la definición que SSH da a “acoso callejero”, un término mucho menos estudiado y regulado que “acoso sexual” o “agresión sexual” puesto que se refiere en buena medida a comportamientos que, aunque ofensivos y perturbadores, no están tipificados como delito.
Es más, llamar la atención a las mujeres en la calle y hacer comentarios obscenos sobre su cuerpo se contempla en muchos casos con condescendencia, como un halago o una broma inofensiva.
Cambiar esta visión es lo que movió a Fazlalizadeh a agarrar su cámara, sus lápices y su rodillo en otoño de 2012, cuando comenzó a empapelar las calles del barrio neoyorquino de Brooklyn con rostros, frases y un mensaje claro: este comportamiento no es aceptable.
Lo que empezó entonces como una modesta iniciativa individual se ha convertido ahora en una campaña a nivel nacional en la que están involucradas centenares de mujeres.
“A pesar de su incidencia, la violencia y el acoso contra las niñas y las mujeres en los espacios públicos sigue siendo un asunto ampliamente ignorado, del que pocas leyes o políticas se ocupan“, escribió la expresidenta de Chile Michele Bachelet cuando era directora ejecutiva de ONU Mujeres, la entidad de las Naciones Unidas para la igualdad de género.
Para revertir esta situación, Fazlalizadeh ofrece múltiples formas de participación en su campaña a través de una web donde recluta a voluntarias tanto para tomar el rodillo para dar a conocer la iniciativa en los medios y las redes sociales.
La pintora e ilustradora, nacida en Oklahoma y de orígenes iraníes y afroamericanos, fotografía primero a las voluntarias, luego dibuja sus rostros, siempre con mirada desafiante, y por último los imprime en carteles en blanco y negro junto a mensajes que ponen en mayúsculas: “las mujeres no salen a la calle para el entretenimiento de los hombres“.
Esos textos no son fruto de la imaginación de Fazlalizadeh, sino que nacen de las historias reales que las voluntarias le han explicado en las entrevistas que ha hecho por todo el país.
La falta de concienciación social sobre el acoso verbal callejero puede comprobarse en la reacción que algunos hombres han tenido ante la campaña: en algunos carteles han aparecido alteraciones sobre el mensaje “Deja de decir a las mujeres que sonrían”, escriben “fuérzalas”.
Muchas de las protagonistas de esta iniciativa pertenecen a las minorías afroamericana, asiática o latina, grupos donde la incidencia de este tipo de agresiones es mayor. De ahí que algunos de los carteles estén escritos en español. “No me llamo mamacita, chiquita, preciosa, cht, cht“, puede leerse en uno de los pósters protagonizados por una hispana.
La elección de los muros públicos en lugar de las paredes de una sala de exposiciones para mostrar sus carteles de denuncia no es casual. Fazlalizadeh ha querido llevar los mensajes de las mujeres al mismo escenario donde son víctimas del acoso, la calle. A modo de advertencia para ellos, y de recordatorio para ellas: “no están solas“.