Laura Ramírez, jubilada residente en Ecatepec, Estado de México, soñaba con estar dedicada a “viajar y viajar” durante su retiro; sin embargo, el paseo vacacional que hoy realiza es apenas el tercero que ha podido obsequiarse en los últimos 19 años, desde que dejó su trabajo en una dependencia federal.
“Gracias a Dios pude sacar mi casita y también a mis dos hijas: una es dentista y la otra ya se casó. Pero ahorrar dinero para pasearme… no, señor, cuándo iba yo a poder juntar algo”, lamenta la mujer, pero no sin manifestarse como muy feliz de poder estar aquí, en el acceso al Parque Nacional Barranca de Cupatitzio –“río que canta”, en purépecha–, única gran reserva natural del país que se localiza en el centro de una ciudad.
Como otros mil 200 jubilados provenientes de cinco entidades del país, Laura vino a Uruapan gracias al bajo costo –700 pesos por un viaje redondo por carretera y dos noches de hospedaje– de un programa gubernamental planeado para rescatar la actividad turística de una región que, en los últimos años, ha estado en el centro de un grave conflicto nacional de inseguridad y de la llamada guerra contra el crimen organizado, afectando su índice de visitantes turísticos hasta en un 85 por ciento.