SAO PAULO.- Caos, lo que se dice caos en Sao Paulo, no los hay tanto. Las informaciones atemorizantes sobre el supuesto desastre de organización ene l aeropuerto internacional de la ciudad no son ciertos. Bonito no es, pero funciona y rápido.

 

Los agentes aduanales se las ven negras al tratar de comunicarse con los miles de turistas que llegan para la Copa del Mundo. Pocos hablan inglés, no entienden el español no atinan ni siquiera a preguntar a qué va uno al país. Ponen cara de “oh sí, le entendí perfectamente”, pero uno sabe que no, sellan el pasaporte y listo, pásele a lo que sea que haya venido.

 

El problema es el en metro. Pero tampoco es que no esté funcionando el servicio. No trabajan algunas líneas y entonces las que sí lo hacen, se saturan, porque la gente tiene que hacer más trasbordos de los normales para lograr acercarse un poco más a su destino. Eso provoca que los traslados se hayan triplicado en tiempo.

 
Y después, el tráfico enloqueció. Pero según explica un taxista en medio del embotellamiento que duraría dos horas y 170 dólares, no es tampoco que las vialidades no tengan fluidez. El tráfico está vuelto loco como respuesta a la crisis de la huelga en el metro. Mucha gente en esta ciudad tiene auto pero no lo usa porque el transporte público funciona más o menos bien. Pero, sin el metro, la gente sacó los autos a la calle y aún en domingo todo se volvió un caos.

 
Eso es lo que vuelve tortuoso el camino a Santos, la ciudad en la que está hospedada la selección mexicana desde la noche del sábado, es largo. Desde el aeropuerto Internacional Guarulhos, son más de 93 kilómetros, que en un día normal se recorren en una hora y 20 minutos y quizá la razón por la que los habitantes de Santos se sienten un poco defraudados de que no estén llegando los miles de turistas mexicanos que se imaginaron.

 
¿Por qué no vienen mexicanos? Preguntó un adolecente flaco que espera afuera de donde entrenaba la selección. No entendió la explicación en español, pero enseguida puso cara de complicidad y dijo que tenía amigas muy bonitas, muy bonitas que querían conocer mexicanos, y él por supuesto, podía arreglar el encuentro.