FORTALEZA, Brasil.- Todos los caminos llevan a la reventa, o al menos esa parece ser la única fórmula segura para estar presente esta tarde en el estadio Castelao donde chocará el Tri del Piojo Herrera ante el anfitrión de la Copa. ¡Mi reino por un ticket!, es la consigna, y el precio de venta que llega a cotizar hasta en dos mil dólares los boletos para un cotejo que asegura colmar el recinto futbolístico de Fortaleza.

 

 

Por eso el “¡Sí se pudo, sí se pudo!” de un grupo de mexicanos a las afueras del Centro de distribución de boletos de FIFA es adecuado. Acaban de pagar mil 500 dólares por sus entradas para el duelo entre la canarinha y los verdes.

 
Mexicanos que se juntaron aquí en Fortaleza y se lanzaron a cazar: “Al fin que al menos un revendedor teníamos que encontrar”, dice un regordete David Estrada, ataviado con una enorme playera verde con el dibujo en el centro con la figura, en la imaginaria del Capitán América, pero que en realidad está coloreado con verde blanco y rojo del “Capitán Tricolor”.

 
Una amplia experiencia en la reventa de partidos del futbol mexicano les ayuda en la negociación. Esperaron pacientes a la presa: un inglés medio extraviado que buscaba dónde colocar unos boletos que compró porque no sabía el grupo en qué iba a quedar su selección. Ver a México ante Brasil poco le interesa, aunque eso sí, espera multiplicar su dinero por las entradas que pagó de a poco más de 500 dólares.

 
La negociación es larga, de estira y afloja, de entrada y salida del auto rentado de los mexicanos, de precios que no gustan. El inglés quiere dos mil por cada boleto, los mexicanos sueltan la oferta definitiva en mil 500. El precio no desagrada, el inglés se lo piensa dos veces, hace cuentas; al fin acepta y todavía dentro del auto cuenta los billetes verdes para cerrar las cuentas.

 
La policía, como en casi toda América latina, hace como que vigila. Se supone que la reventa está prohibida; pero el par de motociclistas que platican a no más de 10 metros de la operación ni se imaginan lo que ocurre a bordo del auto de los aficionados al tricolor.

 
En los alrededores, más mexicanos y brasileños penan a la espera de que alguien le baje a sus pretensiones. Ernesto Prieto llegó desde Guanajuato, y contando a su esposa y tres hijos necesita de cinco boletos; él no está dispuesto a pagar, ni siquiera, los mil 500 dólares que su paisano David ya desembolsó: “Si acaso hasta 600 dólares por boleto, es mucho dinero lo que están pidiendo por un boleto”.

 

Súplica para alguien que se anime a bajar el costo del codiciado cartoncito; imposible con tanto mexicano en Fortaleza, y menos cuando el rival es el anfitrión.