Río de Janeiro.– ¿Quién le dijo a Miguel Herrera que sabe mandar a un equipo a aguantar un marcador? El técnico de la selección mexicana podrá culpar al árbitro todo lo que quiera. Lo cierto es que si México terminó eliminado de la Copa del Mundo es porque él mandó al equipo a aguantar el marcador ante el equipo más potente y goleador que se había presentado en el torneo. Lo demás, es retórica.
México sorprendió y maniató a Holanda sin jugar defensivo, sino con una propuesta que descolocó completamente al rival, recuperando el balón en territorio rival, llevándolo al frente, saliendo con la pelota controlada desde atrás, abriendo la cancha, con la presión latente del ataque verde.
Los holandeses se imaginaron a un equipo echado atrás y no ocurrió. Ese fue el génesis de un primer tiempo brillante, tan diferente al jugado ante Brasil y Croacia. Herrera tenía al equipo mexicano jugando la mejor expresión del futbol que le gusta.
Pero todo comenzó a cambiar cuando los nervios traicionaron a Herrera. Fue en el minuto 61. México todavía controlaba el partido aunque la presión rival se incrementaba. Salió Giovani, entró Javier Aquino con la instrucción clara de que el equipo debe tener manejo en la media cancha.

 

Y comienzan a tocar y tocar, a darle la vuelta a la pelota, a consumir el tiempo con paseos innecesarios. La mejor forma de defender no es tener el balón dentro de tu terreno, sino en el del contrario. Pero, el equipo se replegó y dejó sólo en punta Oribe Peralta y después Javier Hernández, quien no tuvo un solo balón en 20 minutos sobre la cancha.
Holanda no desaprovechó el regalo, fue al frente, insistió e insistió, y siguió insistiendo aunque enfrente el mejor Guillermo Ochoa se empeñó; el tulipán tuvo el gol del empate y justo cuando se acababa el partido, el que definió la historia que hemos vivido tantas veces.