Resulta difícil resistirse a escribir algo sobre futbol (y arquitectura) en estos días posteriores a la “sádica” eliminación de nuestra Selección, como dijo Alberto Lati nítidamente en su columna de ayer. ¿Por qué no?, si todo el mundo opina y sabe igual o más que los que estuvieron en la cancha. Así es el futbol y todos opinamos tratando de entender las (sin)razones de la compleja fenomenología y de los misterios de nuestro balompié
Aunque la arquitectura no sea un deporte, sí permite analogías con el futbol sobre todo -yo diría- en cuanto a competitividad y poderío, pasión sin duda. Hay condición física, músculo, alto rendimiento, técnica, equipo, amor por la camiseta, talento y belleza, inspiración inclusive, aun suponiendo que la metáfora se agotaría rápido en tanto que el futbol es una industria y la arquitectura no (¡pero si ya hemos sido campeones en otras categorías!).
Veamos, al igual que en futbol, en arquitectura todo el mundo opina más o menos “científicamente” y allí se termina desmoronando el intento análogo: cuántos goles, cuántos mundiales, cuántos “quintos partidos”, cuántos años, cuántos minutos, a cuántos centímetros del arco, qué nivel en la tabla mundial, cuántos jugadores en el extranjero y tantos más “cuántos” que “cuáles”. Cómo arquitecto puedes acumular premios, reconocimientos o simplemente metros cuadrados construidos, pero, aludiendo a Woody Allen -perdonando el salto mortal al cine- que no comparte la idea de que una película sea mejor o peor que otra por recibir un Oscar, en arquitectura sería difícil hablar de un campeón del mundo, ¿o sí?… Bueno, pues Japón es el país con más Premios Pritzker acumulados (seis en total).
En ese aventurado sentido, indagar sobre la relación que habría entre el grado de desarrollo arquitectónico de un país (medible peligrosa y comprometedoramente en premios Pritzker) con su nivel de futbol no arrojará mucha luz en la comprensión del misterio aunque resulte divertida -digamos interesante- la estadística a continuación: Brasil, cinco Copas y dos premios (Oscar Niemeyer y Paulo Mendes da Rocha); Italia, cuatro Copas y dos premios (Aldo Rossi y Renzo Piano); Alemania, tres Copas y un premio (Gottfried Bhöm); Argentina, dos Copas y sin premio todavía (se lo quedaron a deber a Clorindo Testa en mi opinión); Uruguay, dos Copas y sin premio todavía (también lo merecía Eladio Dieste, sin duda); España una Copa y un premio (Rafael Moneo); Francia una copa y dos premios (Christian de Portzamparc -con un bellísimo edificio recientemente terminado en Brasil, por cierto- y Jean Nouvel) e Inglaterra con una copa y cuatro premios (James Stirling, Norman Foster, Zaha Hadid -anglo iraní- y Richard Rogers). Por otra parte, al final de esta estadística estaría China -un país que hoy reconocemos como superpotencia debido quizás a su renacimiento económico- tiene un premio Pritzker únicamente, Wang Shu en 2012, y sólo ha jugado una Copa del Mundo en 2002, quedando en penúltimo lugar de la competición, para confundirnos más.
Independientemente, en la actual Copa del Mundo hemos notado alguna tendencia homogeneizadora en cuanto a la competencia futbolística ostensible en los resultados a la fecha. Brasil se salva con Chile (país con arquitectura contemporánea de gran nivel), Argentina se va a tiempos extras con Suiza (hasta hoy con dos premios Pritzker, el de Herzog y de Meurón y el de Peter Zumthor) y Argelia (aún sin mayores indicadores) atrae el reflector africano haciendo un partido por demás respetable frente a Alemania, por citar sólo algunos de los partidos que he podido ver. La hegemonía de las superpotencias no tiene por qué ser eterna ni en futbol ni en arquitectura, los asuntos relevantes se localizarán próximamente en los procesos y en las condiciones de las competencias. Ha sonado mucho, por ejemplo, la idea de incorporar tecnología a los partidos de futbol, y al igual que en arquitectura, no será más que una herramienta para mejorar el desarrollo del deporte o de la disciplina. Hoy por hoy no hay más que seguir en la introspección y en la exploración de lo “subyacente” de nuestro desempeño en las competencias. Así es el futbol, game-over y a lo que sigue.