El gobernador de Oaxaca está encantado. O, mejor: está feliz: a Gabino Cué Monteagudo la Guelaguetza de julio le salió de ‘rechupete’. Atrajo la vista de todo el país, y ‘del mundo’, hacia una fiesta anual que comenzó en 1932 y que es un regalo de las comunidades indígenas a los oaxaqueños.

 

La fiesta que esencialmente es un gran baile de grupos que provienen de las diferentes regiones de la entidad gusta por su colorido, por su alegría, por su esencia de origen y porque todo ahí, hoy,  da la impresión de que los oaxaqueños son muy felices y viven bailando y cantando su alegría y tomando el espirituoso mezcal de la tierra: felicidad sin igual durante casi un mes de regocijo.

 

La derrama económica por turismo es sustancial, sobre todo para el comercio de la capital del estado, para la hotelería y los restaurantes. “Este año la Guelaguetza superó expectativas”:

 

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Según el presidente de la Asociación de Hoteles y Moteles de Oaxaca (AHyMO), Juan Carlos Rivera Castellanos, estimó una derrama económica cercana a los 290 millones de pesos en las dos semanas de las festividades de la Guelaguetza.

 

Por su parte, el gobierno del estado etiquetó recursos para esta fiesta por 7.5 millones de pesos pero gastó muchos más no etiquetados para la promoción nacional e internacional de una Oaxaca feliz. Tan sólo en pago a televisión, radio y medios diversos los 7.5 millones resultaron pocos.

 

Se pagaron reportajes para que primeras figuras de Televisa, por ejemplo, viajaran para transmitir el ideal de una Oaxaca feliz, sin problemas y con un gobierno encantado de la vida. De tal forma, la fiesta anual por el orgullo de raza se convirtió, ya, en un instrumento mediático para crear imagen de gobierno, en donde no hay gobierno.

 

La reportera Paola Rojas, de Televisa, vestida de oaxaqueña entrevistando a los indígenas enfiestados: cuesta caro el viaje y la transmisión en horarios estelares. O artistas cantantes que reciben estipendios cuantiosos por ser ‘la imagen de Oaxaca’ y dan funciones gratuitas, aunque pagadas por el gobierno, que es decir, por los oaxaqueños…

 

Los mismos oaxaqueños que fueron excluidos de la fiesta que surgió para ellos y de ellos. Imposible pagar los altos costos de boletos para acceder y codearse con estrellas, estrellitas y asteroides del espectáculo, de la cultura, de las letras, del periodismo nacional e internacional: muchos de ellos llevados por el gobierno estatal, con recursos de los oaxaqueños… Y así…

 

El señor Gabino Cué Monteagudo y su gabinete ‘de transición’ se engañan y creen engañar al meter la  pesadumbre debajo de la alfombra. Pagar tanto para convencer al país ‘y al mundo’ de que ahí no pasa nada y que todo es bienestar y felicidad es una forma de corrupción.

 

Los problemas de Oaxaca están ahí, a la vista, al portador: lo de siempre, la interminable “retahíla” que retrata a una entidad pobre, sin educación para los niños y con fortalecidos cacicazgos regionales, como es el caso de Tuxtepec, que registra la revista En Marcha.

 

…  Un alcalde priísta de origen libanés, Antoni o Sacre Rangel, hace las cosas a su modo y sin modos en un municipio de la cuenca en donde se incrementa la inseguridad, la falta de empleo, y la falta de soluciones de gobierno. Lo de Sacre Rangel es un cacicazgo político que le viene desde que su padre fue presidente municipal, el famoso Antonio “Tonche” Sacre Ibrahim.  Esta vez el  famoso “Gordo” Sacre Rangel está empeñado en apoyar a Alejandro Murat, hijo del ex gobernador José Murat Casab –de origen libanés, también-.

 

Y así, cada chango en su mecate en una Oaxaca en donde aun los boleros, los taxistas, los vendedores de servicios oaxaqueños están hasta el copete por la falta de gobierno en el estado y porque la Sección 22 de la CNTE es ahora dueña de la situación. Fastidiados e impotentes se dicen, y lo resumen así: ¿Oaxaca? …  ‘peor, imposible’.

 

Vandalismo, quema de oficinas, cierre de pasos en la capital, cierre de carreteras, falta de asistencia de maestros de la Sección 22 a clases durante periodos de clases, recursos que de forma discrecional se entregan para alimentar una situación insostenible en el magisterio estatal…

 

Generación de niños que dentro de unos años no podrán competir en un mundo y en un momento de competencias feroces para la subsistencia, el trabajo…

 

Falta de crecimiento económico. Falta de inversiones para el desarrollo. Imposibilidad para la transformación de una entidad de servicios a una entidad industrial o de alto desarrollo agropecuario. Ese es el panorama de una Oaxaca sin Guelaguetza.

 

Molesto, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto congela apoyos al gobierno oaxaqueño. A Gabino Cué no le importa. El sigue creyendo que gobierna. Y en su creencia le pone en charola de plata el triunfo electoral al PRI luego de que él llegó a la gubernatura en una alianza entre PAN  y PRD, que ahora tampoco quieren saber del gobernador que no gobierna en democracia.

 

Así que la Guelaguetza está transformada en una pachanga a gusto de quienes quieren acercarse a conocer lo que los oaxaqueños son en su alegría. Ojalá ese mismo interés se exprese una vez que ha caído el telón y haya cuenta de que la obra ha terminado: sigue la realidad, que si, en efecto, supera a la ficción.