A lo largo de mi experiencia como facilitadora, me he dado cuenta de que en general a las personas nos cuesta trabajo poner límites, y caemos en relaciones insatisfactorias donde nos sentimos utilizados y abusados, sin darnos cuenta que es responsabilidad personal el decidir hasta dónde está bien para mí que el otro actúe, o no, frente a mi espacio de seguridad física y emocional. El límite debe quedar claro primero para mí; si yo lo tengo bien definido es mucho más seguro que el otro no pueda pasarse porque yo no lo voy a permitir.
Creo que los que funcionamos así es porque no aprendimos desde pequeños a decir no, pues por esperar amor y aceptación permitimos que los demás se pasaran de la raya; así aprendimos, porque eso nos enseñaron en la familia y en la sociedad y así replicamos los patrones. Todo por sentirnos amados y parte de algo, por pertenecer y ser importantes para alguien más. Sin embargo, nunca es tarde para aprender a decir NO, para escucharnos a nosotros mismos y cuidar nuestro espacio seguro, con amor hacia nosotros mismos, cuidando nuestra dignidad como personas, donde exponernos al abuso no es lo deseable ni saludable. Y para esto hay que poner límites y aprender a decir NO con firmeza y cuidándonos primero a nosotros mismos y siempre tratando de no herir susceptibilidades.
Los espacios de seguridad son claros si nos escuchamos, si le damos crédito a lo que sentimos, a nuestras emociones de alerta, como el enojo, molestia o incomodidad frente a alguna acción o comentario del otro. Si así lo percibimos, lo enfrentamos, y si sentimos que es necesario alejarnos, lo hacemos, pero es sólo escuchando nuestras emociones de alerta como podemos tener más claridad para poner límites.
Esta situación de mal manejo de límites se puede dar a todos los niveles y en todos los ámbitos de la vida, pero me parece importante que pongamos atención en el tema de los límites sanos, pues podemos caer constantemente en circunstancias donde nos sentimos abusados y si no asumimos la responsabilidad que nos corresponde a cada uno de nosotros, de cuidarnos a nosotros mismos, podemos caer en la victimización.