En los últimos meses se ha puesto en boga hablar de la “pirámide de la movilidad”, un concepto que refiere la prioridad que en las políticas públicas debe tener el peatón, y la menor prioridad que corresponde al automóvil o a los automovilistas como actores de la “movilidad”, entendida ésta como los desplazamientos humanos de un punto a otro. El concepto de pirámide de la movilidad, a pesar de lo simple, ha sido limitadamente entendido por los políticos: lo mencionan mucho, pero fuera de acciones aisladas, a menudo incongruentes con la pirámide, no saben cómo llevarlo a la práctica.
Una de las grandes preocupaciones, y que en este espacio he mencionado de manera reiterada, es que la falta de políticas públicas que pongan al peatón en la cúspide de las políticas de movilidad, implica pérdida de vidas humanas, y no sólo es un tema de disfrute de la ciudad. El peatón no sólo no tiene las condiciones de transformar su caminata en placer, sino que además arriesga su vida o su integridad física.
Las legislaciones que están incorporando la pirámide de la movilidad no avanzan en definir derechos específicos de los sujetos. Peatones, ciclistas, pasajeros, concesionarios, motociclistas, automovilistas carecen de una definición clara de sus derechos y, en su caso, de sus responsabilidades.
Hace tres meses nos reunimos en Pachuca promotores de distintas iniciativas sociales a favor del peatón, para conformar la Liga Peatonal. Mi aportación, el Rey Peatón, simbolizando un peatón empoderado frente a las demás formas de movilidad, es una de las iniciativas participantes en este esfuerzo.
El próximo domingo 17 de agosto se celebra el Día del Peatón. Sabemos que la fecha será ocasión para que los políticos vuelvan a tomar el micrófono sin tener idea de qué significa poner al peatón en la cima de las políticas públicas o de los presupuestos. Mientras pronuncien sus discursos, en sus áreas de obras seguirán diseñando vialidades sin semáforos con puentes peatonales imposibles de utilizar en silla de ruedas.
Los integrantes de la Liga Peatonal hemos dedicado los últimos tres meses a elaborar la “Carta Mexicana de Derechos del Peatón”. Queremos que todos estos discursos vacíos de los políticos tengan una respuesta muy simple, una demanda ciudadana por volver a lo básico: ciudades hechas para caminar, en las que caminar tenga preferencia y las necesidades específicas de movilidad en automóvil, minoritarias (aunque los automovilistas tengan otra perspectiva), estén sujetas a reglas éticas y de convivencia: la vida humana por encima de todo y la persona antes que la máquina.
La Carta significa muchas cosas a la vez: banquetas generosas, accesibilidad universal, velocidades tolerantes con el error humano, espacios públicos sin estorbos, en buenas condiciones, señalización orientada a las personas antes que a los autos, compromiso de la autoridad para con la aplicación de sanciones a los automovilistas infractores.
Hemos perdido la escala humana. Las arboledas de las ciudades calientes se han ido y, en el afán por el aire acondicionado, la clase media convive en los centros comerciales. Las amplias banquetas han sido sustituidas por espacios angostos, invadidos por mobiliario urbano o autos impunemente infractores. Las banquetas y camellones han sido recortados para agilizar el movimiento de autos. Para colmo, al peatón se le hace culpable de lo que sufre, cual violada en minifalda. La “Carta Mexicana de Derechos del Peatón” es un grito de ¡basta!
Automóvil no significa muerte: la Carta es un llamado a una sociedad comprometida con la vida y un rechazo a una sociedad que ha aceptado la muerte como algo inherente a la conducción de coches; es la búsqueda de una sociedad ética que vuelve a escandalizarse de cada muerte por accidentes evitables.