Dijo el ex presidente Felipe Calderón hace un par de días que su administración, calificada por algunos observadores como la del “cambio con rumbo desconocido”, ha sido juzgada más por sus errores que por sus aciertos. ¡Pues es que tuvo muchas “regadas de atole” y poquitos aciertos! Exclaman no sólo sus detractores sino millones de ciudadanos que terminaron, frustrados, decepcionados, desilusionados, engañados…
Tres meses antes de su derrota, en sus conmovedores mensajes de despedida en lo que fue “La gira del adiós”, Calderón decía, palabras más palabras menos, que le gustaría que se acordaran de él -cuando terminara su sexenio, claro- como diputado, como un hombre de valores y de principios; como un hombre que cree en México, que ama a México. Sin embargo, confesó: “Es probable que mucha gente se acuerde de estos años por la violencia y la delincuencia, los crímenes”; pero confió en que la vida, o la Providencia, coloquen a la gente acertada en el momento adecuado.
En aquel entonces, los observadores políticos objetivos, imparciales, enhiestos y erectos, anticiparon que el gobierno de Calderón sería recordado -y él lo sabe, subrayaban- como el sexenio de los 60 mil muertos, de la violencia incontrolable, del narcotráfico en ascenso; de la violación a los derechos humanos, de los 50 millones de pobres, del desempleo creciente, del rumbo zigzagueante, del delfín fallido, del dedazo frustrado y advertían que tendría el dudoso honor de ser el presidente que sacó al PAN de Los Pinos. Todo eso era tan grave, agregaban, que no hay Divina Providencia que pueda borrarlo de la memoria colectiva de los mexicanos, aunque crea lo contrario.
El miércoles pasado Calderón reconoció también que cometió errores al tomar decisiones y admitió que en su administración la violencia llegó a su punto más grave. Nada que no supiéramos, pues. “En estricto sentido ético actúe al límite de mis capacidades y siempre en conciencia de lo que debía hacer; es decir, las decisiones que tomé fueron en el sentido que consideraba que tenía la razón. Pude haber estado equivocado, por supuesto”, subrayó.
¡Pues claro que te equivocaste, y de cabo a rabo! Insisten sus detractores.
Sobre otras declaraciones del multicitado, un puntilloso observador comenta:
¡Qué delicado salió el ex presidente Felipe Calderón! Declaró, en relación con la “quebradita” de Luis Alberto Villarreal -a quien por cierto él como “líder” del PAN designó en agosto del 2012 coordinador parlamentario en San Lázaro- y otros diputados panistas con respetables damas de compañía:
“Yo lo que veo en el PAN es un proceso de degradación, de descomposición moral y de corrupción, que no sé qué límite pueda tener. Por pena y por vergüenza no hay nada más que decir.”
¡Y todo porque unos legisladores de su partido se echaron unas cuantas canas al aire con varias “señoritas…”!
AGENDA PREVIA
Dice el secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU), Jorge Carlos Ramírez Marín, que la reforma energética representa una oportunidad extraordinaria de riqueza para el sector rural, por lo que la dependencia estará muy cerca de los campesinos a favor del respeto absoluto a la propiedad social. Explicó que el objetivo de esta reforma es aprovechar los recursos sin afectar la ecología (¿y el “fracking” Apá?, acota el columnista) y con la participación de los dueños de la tierra. Por lo tanto, desde el primer momento en que exista la intención de una empresa de participar en suelo de propiedad social tiene que dar aviso a la Secretaría de Energía y a la SEDATU, y esta última se convierte en un intermediario válido para verificar que el dueño de la tierra también se beneficie de la riqueza explotada. O sea que no se los vayan a “chamaquear”.
¿Tú le crees a Jorge? Preguntan los campesinos que “sienten pasos en la azotea” con eso de la “ocupación temporal”. ¡Nosotros tampoco!
Para salir lo mejor librados posible de la demanda que un grupito de azucareros norteamericanos presentó en contra de los industriales mexicanos por “dumping” en las exportaciones de “polvito blanco” (azúcar) a Estados Unidos, y subsidios, el gobierno de México, a través de la Secretaría de Economía propuso limitar a 1.6 millones de toneladas de dulce los envíos al mercado norteamericano, y mantener sin restricción alguna las importaciones de jarabe de maíz que México realiza, entre otras cositas.
Algunos especialistas en el tema opinan que con dicha propuesta el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, tuvo miedo de “jalarle la cola al tigre”. Les hubiera dicho a nuestros partners que si ellos fijaban un tope y ponían aranceles a las exportaciones de azúcar a Estados Unidos, México podría hacer lo mismo con las importaciones de jarabe de maíz, apuntan aquéllos. ¡Pues es que le faltó valor al “secre”! Piensan los malosos.