Los ciudadanos de a pie, los del sueldo chiquito quincenal –si se tiene chamba o actividad remunerada para la sobrevivencia-, los desempleados, o desempleados ocultos en la “economía informal”,  los del transporte público con monedas contadas una a una y tortas de queso de puerco con una Lulú roja; los del pago de los útiles escolares con reciclado del año anterior y los del regateo semanal vamos a ser objeto de tres consultas en breve. ¡Albricias!

 

El PRD quiere darle cuello a la Reforma Energética que apenas se aprobó; el PAN dice que es de su autoría lo de elevar el salario mínimo nacional y, por lo mismo va por su solución; el PRI ha decidido achicar al Congreso mexicano porque dicen que como está  ‘resulta oneroso para todos, resulta poco operativo para la construcción de acuerdos y resta eficiencia al funcionamiento de las dos Cámaras del Congreso.’

 

Y, por lo mismo, el miércoles 20 de agosto el señor César Camacho, líder nacional del PRI lanzó la bola de humo: llevar a cabo una Consulta Popular para eliminar 100 de los 200 diputados plurinominales y 32 senadores. Qué bueno. Si. Y no.

 

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Resulta que la Reforma Política se hizo para echar el gato a retozar y cada partido comienza a darle un tono populista a las consultas populares. A saber, el Artículo 35 constitucional apenas reformado dice que:

 

“… 3º. No podrán ser objeto de consulta popular la restricción de los derechos humanos reconocidos por esta Constitución; la materia electoral; los ingresos y gastos del Estado; la seguridad nacional y la organización, funcionamiento y disciplina de las Fuerza Armada permanente. La Suprema Corte de Justicia de la Nación resolverá, previo a la convocatoria que realice el Congreso de la Unión, sobre la constitucionalidad de la materia de la consulta”

 

Lo chistoso es que apenas en 2010 el PRI dijo “no” enfático a la propuesta de que se redujera el Congreso y se disminuyeran tanto diputados como senadores plurinominales, los que llegan ahí gracias a la elaboración de listas en las que los partidos ponen a sus ganones y no tienen que hacer campaña electoral para ver si los mexicanos los quieren ahí, o no.

 

Los priistas saben que los ciudadanos diremos ‘sí’ definitivo a esa reducción. No sólo por el gasto enorme que todos conocemos; también porque el Congreso mexicano tiene uno de los índices de aceptación nacional nulo.

 

Lo de disminuir el costo del legislativo es la zanahoria del burro: de todos modos los políticos nacionales se visten de gloria gastando lo que no es de ellos; y lo seguirán haciendo a diestra y siniestra con o sin Congreso reducido. El tema del “si” nacional no es por ahí.

Tenemos un Poder Legislativo que nació como parte esencial de un sistema republicano de equilibrio de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Pero la representativa se ha contaminado a tal grado que los tres poderes tienen una conexión perversa con el que el Ejecutivo, que es el poder omnipresente, en tanto que los otros dos son poderes sometidos.

 

El sistema de partidos mexicano está contaminado por cuotas de poder, por beneficios de gobierno y por la subsistencia de mini poderes nacionales o estatales. En general quienes llegan ahí son disciplinados y congruentes con los intereses de sus líderes, quienes tienen compromisos, a su vez, con el Ejecutivo, en tanto dar y quitar poder político, económico, presencia y autoridad…

 

Miles, millones de mexicanos no conocen a sus “representantes”. Aquel gracejo tabasqueño tiene su razón de ser: Llega un candidato a diputado a tal comunidad y enarbola la bandera de las soluciones para todo, en tono de invocación celestial. El padre le dice a su pequeño hijo: “míralo, grábate su nombre y lo que dice porque nunca-jamás en la vida lo volverás a ver”.

 

Los representantes ahí no nos representan. ¿O sí? ¿En qué? ¿Cómo? Si son gente que llegó ahí a través de un sistema democrático no consolidado aun.

 

Luego, el PRD a través de Jesús Zambrano dice que la propuesta del PRI es populista; el PAN duda,  el señor Lorenzo Córdova Vianello, presidente consejero del INE, en su advocación ciudadana, dice “no” a la propuesta y que será la Suprema Corte de Justicia la que habrá de decidir. Mientras el asunto esté entre políticos sólo se perciben intereses laborales de partido.

 

Muy probablemente los mexicanos diremos “si” al Congreso Chiquito. Pero si se consultara si queremos un Congreso como es el que es, se diría que no: que hay que cambiar todo de raíz: desde la existencia de estos partidos políticos mexicanos: todos, que ya no representan a la voluntad de mexicanos y mucho menos son el puente entre el gobierno y ciudadanos…

 

Sí diría un “si” gigantesco a un cambio de forma y fondo del todo legislativo porque con frecuencia ese legislativo proviene de partidos políticos que son foco de corrupción y de prebendas que, asimismo, contaminan a las instituciones para la democracia, incluyendo al INE, a los Institutos electorales estatales y a los tribunales electorales y a… todo lo que se les pare enfrente: los partidos deciden ahí, y colocan al mundo suyo en nóminas infernales para pagar el desempleo político con recursos nacionales.

 

Así que: “si” a que el Poder Legislativo se achique, pero también que cambie, que sea ese foco de representación nacional en el que los mexicanos estemos ahí, con voz y voto; que sean nuestros intereses los defendibles y que todos podamos dormir tranquilos mientras haya quien vele por nuestros intereses. Si no, no.