El nuevo aeropuerto de la Ciudad de México logrará una restauración ambiental del oriente del Valle de México, por lo que dejará de ser zona desértica, afirmó el secretario del Medio Ambiente, Juan José Guerra Abud.
Los objetivos fundamentales para la construcción de la nueva terminal aeroportuaria, comentó en conferencia de prensa, son que se rija bajo los parámetros de sustentabilidad y restauración de la zona, y lograr que sea un espacio amigable con el medio ambiente.
El titular de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), destacó que la terminal aérea será líder mundial en diseño y operación sustentable y primera en América que tendrá “huella cero” en emisiones de bióxido de carbono, lo que sólo existe en aeropuertos de Europa.
De igual manera, apuntó que será el primero en el mundo en contar con la Certificación LEED Platino, con puntuación superior a los 88 puntos de 110 que es el máximo que establece este estándar, además de que se reciclará 100 por ciento de sus residuos orgánicos y líquidos.
El total acceso al transporte público, el uso de la energía local; el uso, tratamiento y captación del agua de lluvia, son varios de los conceptos que las obras de infraestructura ya toman en cuenta como un concepto amigable, rentable y ecológico, apuntó el funcionario.
Para la construcción se usarán materiales de baja emisión de contaminantes, y la certificación LEED será posible debido a que se presentaron proyectos arquitectónicos que privilegian la iluminación, la ventilación natural y el tratamiento del aire, sobre la utilización de climas artificiales.
Además se utilizarán tecnologías y energías limpias en el tratamiento y uso de agua residual, al tiempo que se fomentará la creación de negocios verdes, jardines y vegetación que contribuirán a la reducción de gases de efecto invernadero.
Guerra Abud subrayó que para 2020 el aeropuerto utilizará energía limpia al 100 por ciento, y en principio las emisiones de bióxido de carbono se reducirán en 47 por ciento con el uso de una de las cuatro celdas del bordo poniente.
Al rescatar las zonas desprovistas de vegetación, área que se estima en tres mil hectáreas y equivale a cuatro veces la extensión del bosque de Chapultepec, 10 veces más que el bosque de Tlalpan y 20 veces más extenso que el bosque de Aragón, convertirá la zona en “un pulmón importantísimo para todo el valle de la capital”.
En su oportunidad, el titular de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), David Korenfeld, explicó que las obras hidráulicas previstas en la zona proyectan la operación de nueve cuerpos de regulación, para un total de 38 millones de metros cúbicos de agua, pues en la actualidad sólo hay capacidad para 13 millones.
En la actualidad hay tres zonas inundables, con una extensión de mil 700 hectáreas de aguas negras y pluviales, y con estas obras y los sistemas de regulación de mantendrán espejos de agua alimentados con agua tratada para evitar escurrimientos de agua residual a cielo abierto, en una extensión total de dos mil 700 hectáreas, expuso.
Otras obras incluyen la rectificación de los destinos de los ríos del oriente para mejorar la condición de los escurrimientos, la construcción de 145 kilómetros de colectores marginales para redirigir las aguas a plantas de tratamiento.
Asimismo, la construcción de 24 plantas de tratamiento de aguas residuales, 21 de ellas para los municipios vecinos al lago de Texcoco y tres plantas regionales; adicional al entubamiento de 25 kilómetros de cauces y la construcción de 39 kilómetros de túneles para mejorar el sistema de drenaje.
De esta manera, se triplicará la capacidad de regulación de agua para proteger el área y la zona metropolitana del Valle de México contra inundaciones y se minimizará la conducción al aire libre de aguas negras, destacó el titilar de Conagua.
Korenfeld dio a conocer que durante 2014 en las obras se invertirán cuatro mil 500 millones de pesos, y de aquí a 2018 serán cerca de 20 mil millones de pesos.
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