Hace tres semanas cuando conversé con Fluvio Ruíz sobre el ‘acuerdo industrial’ que a finales de enero planteó la española Repsol a Pemex, me fui de su oficina con la impresión que el tal ‘acuerdo’ intentaba, sobre todo, buscar una salida decorosa para Pemex después de cinco meses de desencuentros con Antonio Brufau, el presidente de la petrolera española.

 

Ese día el consejero profesional de Pemex me había dicho que la asociación con Repsol valía la pena si Pemex influía en las decisiones estratégicas de la española. “Si veo que esto del convenio (industrial) es solo para tranquilizarnos, entonces para mí no es viable”, dijo aquel día Ruíz.

 

Pues bien parece ser, en principio, que eso ocurrió. Que el convenio industrial planteado por Repsol a Pemex efectivamente era para ‘tranquilizar’ al consejo de la petrolera mexicana o, dicho de otra manera, para buscar una salida decorosa a la intempestiva (¿y atrevida?) incursión de Pemex en el gobierno de Repsol.

 

Por lo menos esa es la primera lectura del corto comunicado que ayer envió Repsol a la Comisión Nacional del Mercado de Valores de España sobre la firma de una alianza industrial estratégica entre Pemex y Repsol. Allí se pueden leer dos cuestiones relevantes:

 

1. Que la alianza dada a conocer por ambas empresas reproduce íntegramente la propuesta que le hizo Repsol a Pemex el pasado 25 de enero, sin ninguna modificación por parte de la petrolera mexicana. En general se plantea la promoción, colaboración y sinergias en negocios conjuntos a ser evaluados por ambos, incluidos proyectos en el territorio mexicano. Pero también la alianza retoma de la propuesta de Repsol, el compromiso de Pemex de apoyar el plan estratégico y la estructura de gobierno que encabeza Antonio Brufau y que fue motivo de la discordia reciente. En pocas palabras, Repsol se impuso a Pemex con esta alianza.

 

2. Evidentemente que el Consejo de Pemex no está convencido de ‘la alianza’ y por ello lo único que pudo hacer –ante la negación de Repsol para aumentar la influencia de Pemex en sus decisiones estratégicas y para incrementar su participación accionaria- fue plantear una cláusula de salida de esta alianza en un año. Si Pemex ha planteado la posibilidad de reducir su participación accionaria en Repsol a menos de 5% en un año, es precisamente porque el Consejo ha considerado que las condiciones de esta alianza no son las más convenientes para el proceso de internacionalización de la empresa, por lo menos no como están planteadas ahora. Ya lo había advertido Fluvio Ruíz en aquella conversación.

 

En suma, la ‘alianza’ parece más bien un plan de salida para Pemex.

 

Ahora que –como reza el refrán- ‘al mal tiempo darle buena cara’. Y la nefasta experiencia vivida con Repsol, ha puesto en claro que a Pemex le urge poner en marcha un plan global de negocios con alianzas estratégicas bien definidas que le permita adquirir experiencias, tecnologías y estrategias gerenciales de las grandes empresas petroleras públicas y privadas del mundo.

 

Eso requerirá de una redefinición en la organización corporativa de la petrolera, de su consejo de administración y de su gerencia; tareas de largo aliento para el gobierno que viene.

 

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