La historia de las “truchimanerías” de la familia Larrea se remonta a los sexenios de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas, quienes al menos en un par de negocios, Mexicana de Cobre y Mexicana de Ácido Sulfúrico, le perdonaron a Jorge Larrea Ortega, papá de Germán, deudas por al menos 750 millones de dólares. Pero no sólo eso, sino que le dieron chance al entonces llamado Rey del Cobre que “recuperara” esas minas.
Pruebas, pruebas, podrían pedir algunos. Ahí les van: el 30 de junio de 1988, Fomento Industrial del Norte de México, SA de CV; Multibanco Comermex, SNC; Mexicana de Cobre, Mexicana de Ácido Sulfúrico y Nacional Financiera celebraron un “Contrato de Fideicomiso”, mediante el cual Nacional Financiera se convertía en “garante” de las deudas de las empresas ante acreedores extranjeros; buscaría al mismo tiempo reestructurar dichos pasivos y posteriormente poner a la venta los negocios.
Tres meses después, el 30 de septiembre de 1988, Nacional Financiera publicó la convocatoria a los interesados que quisieran participar en el proceso de transferencia de esas dos empresas mineras al sector privado. Otorgó un mes de plazo para la presentación de las ofertas. Dos grupos entregaron sus propuestas de compra; uno formado por Televisa, Empresas Frisco, SA y Citibank, NA; el otro fue Fomento Industrial del Norte de México, de Jorge Larrea.
Grupo Larrea ofreció 860 millones de dólares, más la asunción de pasivos, que él mismo había generado antes de que Nafinsa entrara al rescate, por 500 millones de dólares; fue aquí en donde el señor Larrea invitó al sindicato de mineros que en ese entonces dirigía Napoleón Gómez Sada a participar con un 5%. (Hablando en plata, unos 65 millones de dólares). Televisa, Frisco y City Bank ofrecieron mil 115 millones de dólares.
Para “taparle el ojo al macho”, se creó un comité que homologó las ofertas, el cual aceptó la del Grupo Larrea por considerarla “la mejor”. La decisión causó molestia del otro competidor, cuyo representante, Miguel Alemán Velasco, envió una carta, fechada el 9 de noviembre de 1988, al entonces secretario de Hacienda, Gustavo Petricioli. Parte de la misiva de Alemán, de la cual el columnista tiene una copia, fue la siguiente:
“(…) Nuestra oferta contiene elementos cualitativos y, potencialmente cuantitativos, superiores a la oferta que fue aceptada de parte de Grupo Larrea y como miembros de la iniciativa privada del país que hemos sido reiteradamente invitados por la presente administración a participar en el proceso de desinversión de paraestatales que resulta tan necesario para la economía nacional, ha sido realmente sorprendente encontrar que una oferta que fue tan cuidadosamente preparada, substanciada y apoyada, haya sido tan desmerecidamente presentada por la Dirección General de Nacional Financiera, SNC, al Consejo Directivo que usted tan dignamente preside, desatendiendo, además, los lineamientos señalados, no sólo por la Ley Orgánica de Nacional Financiera, SNC, sino también por la Comisión Intersecretarial Gasto Financiamiento.
El 28 de noviembre de ese mismo año, un empleado de Ernesto Marcos Giacomán, director de Nacional Financiera, le contestó a Alemán Velasco que la decisión de asignarle esas dos empresas al Grupo Larrea ya había sido tomada, por lo que sus argumentos habían “valido sombrilla”.
Se sospecha, nada más se sospecha, que el presidente electo Carlos Salinas de Gortari y su director de Nacional Financiera (Juan José Páramo), fueron quienes decidieron la entrega de esos negocios. Un par de años después, el mismo Larrea fue beneficiado con otra mina, la de Cananea.
(Hasta aquí, una recopilación de los comentarios publicados en la Agenda Confidencial entre septiembre y diciembre de 1988).
Hoy, 26 años después, Germancito Larrea volvió a “mostrar el cobre”. Aprovechando su posición como miembro del Consejo de Administración de Televisa decidió crear una empresa controlada por él mismo para participar en la licitación de las nuevas cadenas de televisión abierta. Cuando le cayeron en “la movida” lo corrieron.
Vamos a ver si el gobierno sigue “apapachando” a la familia Larrea.
AGENDA PREVIA
Pues ahora resulta que quienes se dicen “adalides de la libertad de expresión”, cayeron en la trampa de ser voceros de La Tuta. ¡Qué pasó con el regalito que te mandamos Carmencita, por qué no has sacado nada! Le reclamó el patrón. Preocupante, muy preocupante…