Una rápida búsqueda en internet nos permite encontrar páginas que ofrecen hiyab – traducible del árabe como “ocultar”: la prenda o velo con que se cubren el cabello algunas mujeres musulmanas –, diseñado para la práctica específica de varios deportes.
Los hay para aerobics, para patinaje, para tenis, para correr, para disciplinas de contacto, para natación, para boxeo… La idea es que sin importar el grado de esfuerzo, choque o movimiento, el hiyab no deje de esconder el cabello de la persona que lo viste.
Pueden abrirse numerosas discusiones en relación a si es adecuado, justo, lógico, que en este momento se siga instando a millones de mujeres a no mostrar el cabello (o algo más extremo como la burka, que incluso esconde la totalidad del rostro). Pueden ser consultados los más capacitados conocedores del Corán o la religión islámica, a fin de que argumenten a favor o en contra de la vigencia de esa medida. Pueden ser recopilados reportes de las más variadas organizaciones de derechos humanos.
La realidad, es que aquí el debate es otro y tiene una inmediata consecuencia: que los deportes que prohíben el uso de hiyab propician que quienes lo iban a practicar, dejen de hacerlo. No se ha dado ningún caso (y difícilmente se dará) en que el gobierno de un país musulmán que obliga al uso del hiyab, se flexibilice y acceda a que sus competidoras participen en una competición internacional con el cabello al aire. Las castigadas, por ende, son las muchachas que entrenaron y trabajaron para cierto certamen, y al final quedaron marginadas del mismo.
Eso sucedió este miércoles en los Juegos Asiáticos que se efectúan en Corea del Sur. El equipo femenino de baloncesto de Qatar no accedió a la indicación de saltar a la duela sin hiyab. La FIBA, organismo rector del basquetbol, anunció recientemente que abrirá una etapa de experimentación de partidos con hiyab, algo que casi todos los deportes ya permiten en la actualidad. Sin embargo, todavía no está permitido.
Apenas unos meses atrás, la FIFA autorizó a que se disputen partidos oficiales con la cabeza tapada (lo cual aplica también a jugadores de procedencia sij, rama del hinduismo). La cobertura debe de ser del mismo color del uniforme y, según aseveraron, sólo fue admitida una vez que se comprobó que no incrementa el riesgo de lesiones, al estrechar el ángulo de visión. Momentos después de tal autorización, la federación francesa de futbol reaccionó explicando que el hiyab no se permitirá en sus selecciones femeninas: “Reiteramos nuestra preocupación por respetar los principios constitucionales y legislativos de secularismo que prevalecen en nuestro país y sus estatutos. Bajo esas condiciones, se mantiene la prohibición de vestir cualquier signo o denominación religiosos”.
En Londres 2012 hubo judocas, boxeadoras, atletas de pista y campo, remeras, arqueras, jinetes y jugadoras de tenis de mesa con hiyab, situación que sigue generando divisiones en lo que refiere al basquetbol.
Reitero: podrán abrirse numerosos debates respecto a esta regulación religiosa y la imposición que implique. No obstante, resulta un tema del todo distinto el haber impedido participar a la selección qatarí. Las perdedoras, al final, han sido las competidoras… de ninguna forma el gobierno que obliga a portarlo, el cual incluso sale reforzado y radicalizado al poder victimizarse.