El miedo se vende a precio de rebaja durante las campañas políticas; gana quien logra sortear los dardos de terror lanzados por los contrincantes. Dilma Rousseff lanzó una potente advertencia a Marina Silva: “Usted ha militado en tres partidos diferentes en cuatro años (…) En su programa dice una cosa sobre el apoyo a los bancos públicos de crédito y después dice otra cosa (…) Da una sensación de inseguridad y en la Presidencia de la República no se puede improvisar” (El País, 30 de septiembre).
Las contradicciones se vinculan directamente con el miedo. Un día después de que Marina Silva anunciara su candidatura en un salón de eventos en Sao Paulo, la candidata del Partido Socialista de Brasil (PSB) reveló su apoyo al matrimonio entre homosexuales. Postura contraria al cariz conservador de los evangelistas.
La candidata Marina Silva ya no era Marina Silva. Así lo constató un pastor, Silas Malafaia, quien desde su cuenta de Twitter dio a conocer su postura: “El programa de gobierno de Marina es una defensa vergonzosa de la gente gay”. Sus 800 mil seguidores le aplaudieron a través de un retuit. El miedo ya había hecho su trabajo. De la coordinación de campaña de Marina Silva salió un comunicado tratando de manejar la crisis. Se trató de “un error”. Lo que quiso decir Marina fue: “garantizar los derechos de la unión civil entre personas del mismo sexo”, es decir, una versión sin componentes religiosos, sólo civiles.
El segundo factor que ayudará a Dilma Rousseff a ganar las elecciones será el apoyo de Lula. El ex presidente no había intervenido en la campaña hasta que los datos demoscópicos comenzaron a eclipsar a Dilma (23 de septiembre). Ya lo dijo Fernando Marcos, el último minuto (de los partidos de futbol) también tiene 60 segundos. Antes, Dilma y Marina nulificaban los ataques mutuos arropándose en los gobiernos de Lula. El domingo, Lula decidió abandonar a Marina Silva, la que fue ministra de Medio Ambiente durante su primer gobierno. Marina renunció al Partido de los Trabajadores (PT) para adherirse al Partido Verde.
Lula es un mito a pesar del Juicio del Siglo, episodio de corrupción del PT en el que visitaron la cárcel José Dirceu, ex ministro de la presidencia de Lula y José Genoino, ex presidente del PT. Lula desapareció de la atmósfera mediática. Después, llegó el cáncer. Ahora, Lula levanta el puño de Dilma. Los mitos se crean pero con dificultad se transforman.
Al parecer, el miedo es mucho más frío que los datos macroeconómicos. Muchos brasileños pensaban que el preámbulo de la caída de Dilma sería la Copa Confederaciones de hace un año. Las marchas respondieron al incremento de precio en el transporte público pero, sobre todo, al cruce de tendencias: se incrementaba la corrupción (no sólo comprobada a través del Juicio del Siglo sino del descaro observado durante la preparación del Mundial) y el PIB caía.
En efecto, llegó el Mundial, y como dice Alberto Lati, el futbol hizo olvidar el momento crítico en la economía. Ahora, la segunda caída trimestral del PIB de manera consecutiva (0.2% y 0.6%) coloca a los brasileños frente a una recesión. Aécio Neves, candidato del conservador Partido Socialdemócrata Brasileño (PSDB), dirigió su dardo verbal a Dilma de la siguiente forma: “Usted va a entregar un Brasil peor del que lo encontró y eso ocurre por primera vez en nuestra historia moderna” (Negocios de El País, 21 de septiembre).
El endeudamiento de las familias se acerca, en promedio, a 50% del ingreso anual. Sí, el consumo ha crecido pero a un costo elevado. El ingreso per cápita alcanzó la cima en 2011 con 12 mil 576 dólares (163 mil 488 pesos) mientras que en 2013 descendió a 11mil 208 dólares (145 mil 708 pesos). Pero a Dilma le alcanza la inercia del mito Lula para convencer a los brasileños que la crisis se conformó de manera exógena: durante los 11 años de gobierno del PT se han incorporado al mercado cerca de 30 millones de consumidores mientras que el índice de desempleo se encuentra en los mínimos (5%).
Marina Silva fue el fenómeno de la elección pero su caso podría ser retomado como análisis universitario. Silva perdió fuerza y encanto. Sus contradicciones abrieron una brecha, la misma que fue cubierta por sus competidores. Ahora, los estrategas de Marina le aconsejan no desperdiciar un solo dardo que no vaya dirigido a Dilma porque a partir del domingo por la noche tendrá que llamar al voto de sus hoy competidores para intentar ganar la segunda vuelta. Pero para el domingo por la noche falta demasiado tiempo, el necesario para que haya sorpresas.