PEKÍN. La falta de un liderazgo claro va pesando en la “revolución de los paraguas”, que parece enfrentarse a una recta final sin una voz única y con menos gente en las calles, lo que puede frustrar su objetivo: la apertura democrática.

 

 
La diferencia de opiniones se ha puesto en evidencia estos días en un momento crítico, ante las amenazas del gobierno local de limpiar las calles para restablecer el orden después de producirse ataques a manifestantes, y cuando pasa ya más de una semana de largas protestas y de cansancio acumulado sin vistas a un diálogo productivo con las autoridades.

 

En este ambiente de tensión, “Occupy Central”, una de las agrupaciones que trata de liderar el movimiento, anunció este domingo su retirada en algunos puntos ocupados por las protestas, lanzando una especie de guiño al Ejecutivo y tratando de evitar una posible violencia.

 

Pero su decisión fue desoída por gran parte de los jóvenes, que han manifestado en múltiples ocasiones su distanciamiento con cualquier tipo de líder y especialmente si viene de “Occupy”.

 

“No hay una unión, hay varias agrupaciones con características muy diferentes: los universitarios y alumnos de instituto, el grupo más radical y el que más gente mueve; ‘Occupy Central’, de profesores y académicos, a quienes critican que se hayan adueñado del movimiento; y los legisladores prodemocráticos, a quienes los estudiantes ven muy débiles frente al gobierno”, explica el politólogo Willy Lam, catedrático en la Universidad China de Hong Kong.

 

La Federación de Estudiantes, que agrupa a universitarios y que fue, junto a Scholarism -formada por estudiantes de secundaria-, la que comenzó el boicot en las clases que acabó en la inesperada movilización, está en conversaciones con las autoridades y posiblemente, augura Lam, mantendrán un diálogo oficial en los próximos días.

 

“Pero el sentimiento es pesimista, por el poco margen que se sabe que tiene el gobierno de Hong Kong, controlado por Pekín, y la falta de organización que ya se está viendo en el movimiento”, detalla.

 

Con él coincide el director en Pekín de la Iniciativa Global Asia-América, Francisco Nieto, quien asegura que lo ocurrido hasta ahora demuestra que aunque el movimiento “tiene arraigo popular”, no tiene la estructuración debida para alcanzar su objetivo.

 

“El problema es que cuando hay un tipo de reivindicación tiene que haber unidad de criterio. Del lado de Pekín hay una clara dirección, pero en el otro, no”, comenta Nieto, y señala que esta circunstancia beneficia al régimen, cuya estrategia es esperar a cansar “al enemigo”: “Divide y vencerás, y eso ya lo tienen casi hecho”.

 

En la mayoría de casos, los integrantes de las manifestaciones rechazan aupar a una persona que les lidere, y defienden que la fuerza del movimiento prodemocrático reside en “cada una de sus personas”, si bien también hay voces que comienzan a discrepar.

 

“No ha habido ningún progreso y la gente está cada vez más desmotivada. Si tuviéramos un líder, creo que sería más fácil”, opinó un joven ayudante de profesor, que lleva protestando en las calles desde el primer día.

 

Sin que aparezca esa figura, “la cosa se irá extinguiendo poco a poco”, según coinciden los analistas, quienes creen que la idea de tomarse un “receso” tampoco sería mala opción, tal y como aconsejó este domingo la principal víctima política de la era de Tiananmen, Bao Tong, exasesor de Zhao Ziyang, el líder comunista chino depuesto en 1989 por apoyar a los manifestantes que pedían democracia en la emblemática plaza de Pekín.

 

“Las semillas ya están plantadas, ahora les hace falta tiempo en barbecho”, indicó Bao en un artículo haciendo uso de una metáfora, que tanto Lam como Nieto hoy traducen: “No quiere decir que hayan perdido. La “revolución de los paraguas” ya ha conseguido crear conciencia, cambiar la mentalidad de mucha gente de Hong Kong que hasta ahora sólo pensaba en el dinero y el trabajo”.