Reflexión breve y humilde sobre el autodenominado “movimiento estudiantil” en el Instituto Politécnico Nacional de un observador a quien se puede calificar de muchas cosas pero no de bisoño:
Lo primero que debe tomarse en cuenta es que las partes en conflicto: por un lado los dirigentes de los alumnos -los dirigentes, no la masa-, y por el otro las autoridades gubernamentales, saben muy bien dónde les aprieta el zapato.
Los dirigentes estudiantiles -tal vez no todos, pero sí la mayoría- no se mandan solos sino que obedecen a la línea que les marcan, desde lo oscurito, los verdaderos líderes del “movimiento”, que son “cuadros políticos” de distintas organizaciones, lo que incluye, de manera destacada, al partido de reciente creación Movimiento Regeneración Nacional, Morena.
En consecuencia, cada uno de los pasos que han dado los estudiantes politécnicos ha sido y seguirá siendo producto de estrategias diseñadas y operadas por activistas ajenos al IPN, con experiencia probada en “luchas cívicas” y con amplio conocimiento de las tácticas que el gobierno federal aplica para enfrentar las protestas sociales.
En lo que se refiere a la parte gubernamental, nadie podría suponer que los titulares de las secretarías de Gobernación y de Educación Pública son un par de políticos bisoños, recién llegados al escenario de la grilla, y menos podría pensar que el “movimiento estudiantil” los tomó de sorpresa. Si los instrumentos de inteligencia del gobierno federal funcionan como siempre lo han hecho -no hay razón para pensar lo contrario-, el “movimiento politécnico” estuvo presente en el radar oficial desde mucho tiempo antes de que diera señales públicas de vida, y los líderes fueron detectados con toda oportunidad por las autoridades correspondientes, en este caso Miguel Ángel Osorio Chong y Emilio Chuayffet Chemor, y por supuesto por el jefe de ambos.
Lo anterior significa que nada de lo que hemos presenciado desde que se iniciaron las protestas estudiantiles ha sido producto de la improvisación, ni por parte de los protestantes ni por parte de las autoridades, y solamente en algunos casos han tenido necesidad de salirse del guion.
Es importante tomar en consideración que el “movimiento” del IPN tiene dos antecedentes que han sido determinantes para orientar la actuación de las autoridades federales: el movimiento estudiantil de 1968, que tuvo su trágico fin con la matanza del 2 de octubre de ese año en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, y el pseudomovimiento estudiantil de 1999 que paralizó las actividades en la UNAM durante nueve meses, y que terminó mediante la intervención de la entonces recién creada Policía Federal Preventiva.
Es obvio que el actual gobierno hará todo lo que esté a su alcance para impedir que se repita, en versión 2014, alguno de los antecedentes citados.
La estrategia política de Enrique Peña Nieto y de sus colaboradores en el gabinete no incluye la represión, sino algo que produce efectos lentos pero seguros y, sobre todo, que resulta políticamente correcto para los tiempos que corren con los neopriistas del siglo XXI: el diálogo, el acuerdo, el pacto, la negociación o, llegado el caso, la concertacesión.
A propósito del “movimiento” en el IPN, en la Agenda Confidencial del jueves 2 de octubre hicimos la pregunta: ¿Qué sigue?, y dimos nuestra respuesta: una comisión.
Los hechos demostraron que estuvimos en lo cierto.
El secretario Osorio Chong tuvo a su cargo mojarles la pólvora a los acelerados dirigentes “estudiantiles” al decir “Sí” a las demandas del pliego petitorio. Pero ahora, cuando ya se produjo la previsible escalada radical en las peticiones estudiantiles -nada más quieren la autonomía y meter la mano en la elección del director-, llegó el turno de la comisión de la que hablamos y será el secretario Chuayffet Chemor el encargado de bajarles los humos, hacerlos que pongan los pies en la tierra y alargar el diálogo hasta que entren en razón o hasta que los auténticos estudiantes se resistan a seguir siendo manipulados.