Cuando ayer vimos que los precios del petróleo en el mundo bajaron hasta 77.34 dólares por barril, para el caso del tipo West Texas Intermediate, y a 82.84 dólares para el tipo Brent, nos preguntamos si la decisión sobre la reforma energética mexicana llegó tardíamente a la fiesta del crudo.

 

Las nuevas caídas en los precios internacionales que los han llevado a niveles de hace tres años, ha llevado a la mezcla mexicana de exportación a un mínimo de 74.09 dólares el barril.

 

La problemática es que estamos frente a un mercado petrolero ofrecido que aún no para de crecer. La producción en Estados Unidos se incrementó 54% en los últimos tres años y los inventarios de crudo en el vecino del norte han seguido aumentando en las últimas cinco semanas, mientras que los países de la OPEP aún siguen indecisos sobre si tomarán decisiones firmes para recortar su producción en su próxima reunión del 27 de noviembre.

 

Una señal adelantada de que el cártel petrolero no reducirá su producción es la decisión que tomó esta semana Arabia Saudita de reducir sus precios de exportación a Estados Unidos. Todo este escenario sigue provocando que los futuros petroleros hayan mantenido su tendencia bajista en las últimas sesiones y que se sostengan los pronósticos de precios en un rango promedio que va de 70-80 dólares para buena parte de 2015.

 

En esta coyuntura del mercado petrolero mundial -agravada con un menor dinamismo esperado para el crecimiento económico global- es que México está abriendo su mercado petrolero a la inversión privada.

 

Por eso la pregunta es si la reforma petrolera del presidente Peña Nieto está -lamentablemente para las finanzas públicas y para la inversión- llegando tardíamente a un mercado global ofrecido, con precios de mercado menos atractivos para la costosa explotación en aguas profundas y con una fuerte competencia proveniente de otras regiones del mundo.

 

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Es cierto que más vale tarde que nunca cuando se trata de abrir los mercados a la competencia y a las inversiones. Sin embargo la coyuntura actual en el mercado petrolero obligará al gobierno a navegar a contracorriente, a reducir sus barreras de entrada al mercado local y a plantear contratos sumamente atractivos a la inversión. La pregunta es si estará dispuesto a hacerlo.

 

Porque hay un factor inevitable a considerar: Los accionistas de las grandes petroleras del mundo buscan dividendos y los mercados maduros, con reglas conocidas, están dispuestos a dar la pelea por estas inversiones. Así que México, con su reforma petrolera, no está solo en esta pelea.

 

¿Cambiarán las condiciones de mercado en 2015 y 2016 de tal manera que el mercado mexicano sea más atractivo a las inversiones? Es difícil decirlo. La gran mayoría de los pronósticos actuales apunta a que se tendrá un mercado petrolero ligeramente ofrecido con precios por debajo de los 80 dólares por barril. De ser así, el éxito pronosticado para la reforma petrolera tendrá que remar en contra de una tendencia de precios de mediano plazo no prevista, y en esa medida también menguaría su impacto positivo sobre la economía.

 

Así que hoy por hoy -precisamente cuando los diputados inician con la discusión legislativa sobre el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2015- la mejor consejera es la precaución para no lamentarse después.

 

 

SÍGALE LA PISTA…

 

Uno de los asuntos más relevantes de la agenda parlamentaria es la discusión de la Ley del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. Y es que, precisamente para abonar a la necesaria rendición de cuentas y a la transparencia en el ejercicio de la función pública, se requieren crear y fortalecer órganos independientes de evaluación de las políticas públicas. Politizar y partidizar estos órganos es atarlos de manos y pies para que no cumplan su cometido.