La reciente denuncia que hizo el presidente Enrique Peña Nieto, en el sentido de que existen señales que hacen pensar en una conspiración para desestabilizar a su gobierno, puede referirse a grupos de oposición; grupos empresariales que sienten afectados sus privilegios en el actual sexenio o grupos de políticos que lanzan “fuego amigo”. No es difícil, sin embargo, que en ese supuesto complot estén implicados medios de comunicación y comunicadores.
En el escenario de los medios hay todo tipo de periodistas: los que actúan con profesionalismo y ética a prueba de todo; los que son profesionales pero poquito y aquellos que no tienen ni la más remota idea de lo que significan los conceptos profesionalismo y ética. Hay comunicadores que tienen capacidad para desprestigiar y ofender la vida y la obra de cualquiera que se les ponga de pechito, que ni qué. Aunque no la tienen, afortunadamente, para llegar al extremo de lograr la renuncia de un presidente.
Existe, como comentamos ayer en este espacio, un grupito de comunicadores resentidos con el gobierno, quienes en reuniones en lo oscurito arman sus “bombas mediáticas” para hacerlas estallar en México y en China, por ejemplo, con la “ética periodística” por delante, claro. Los mismos que se erigen en paladines de la democracia y de la libertad de expresión; aquellos que desde su tribuna se sienten dueños de la verdad y que cada vez que pueden les zumban a los funcionarios públicos, incluyendo a los de más alto nivel.
Pero también hay que decir que el escaparate de cristal en que se mueven los funcionarios, y la intensa exposición mediática a que se ven sometidos cotidianamente, les impide ocultar la basura debajo de la alfombra.
Y así como existen estrategias de comunicación de todos colores y sabores, que son la plataforma de lanzamiento de las acciones oficiales, también existe un instrumento que los viejos de la tribu siguen denominando “control de daños”, pero que -por lo visto y oído en las últimas semanas- no ha sido utilizado correctamente, o de plano no se ha utilizado, por los responsables de manejar la imagen pública del Poder Ejecutivo Federal.
Enrique Peña Nieto tiene ya al menos un par de meses azotado por la tormenta perfecta: Tlatlaya, Ayotzinapa/Iguala, anarcopunks, huelga en el Instituto Politécnico Nacional, cancelación de la licitación ganada por los chinos para construir un tren de alta velocidad, “Caso casa blanca” y amagos de megaconflicto en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Todo eso y más, que haría una lista casi interminable, le ha caído encima al Presidente, y no ha habido en ningún momento nada que se parezca a una reacción estratégica de comunicación oficial para controlar los daños.
Peña Nieto y algunos de sus colaboradores reaccionaron frente a los problemas como Dios les dio a entender -dicho sea con todo respeto-, pero varios de ellos ni siquiera reaccionaron o lo hicieron demasiado tarde, y entonces la tormenta perfecta alcanzó categoría de huracán.
Es penoso decirlo, pero el Presidente y su gabinete están cosechando los amargos frutos de su inacción, de su tardanza y de su inexplicable confusión.
¿Es ese equipo de gobierno el mismo que le hizo faenas de antología a los bravos toros de las reformas estructurales del siglo XXI, y que terminó cortando orejas y rabo ante el aplauso casi general -y en algunos casos, delirante- del respetable público nacional y extranjero?
Parece que no, aunque en el equipo están los mismos toreros.
AGENDA PREVIA
El próximo lunes el Gobierno de España otorgará a Alfonso Navarrete Prida la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil de la Corona Española. Se trata de la primera condecoración concedida por el Rey Felipe VI de España. Este reconocimiento internacional es resultado de los esfuerzos emprendidos por el titular de la Secretaría del Trabajo, quien ha colocado a México en el ámbito laboral como un actor con responsabilidad global. Con esta condecoración se hace una distinción al trabajo de Navarrete, que ha permitido estrechar los lazos de cooperación entre México y España.
El titular de la STPS seguirá trabajando para fortalecer los vínculos de cooperación con otros países de Iberoamérica, aprovechando el espacio que le brindará la III reunión de Ministros Iberoamericanos del trabajo a celebrarse los días 25 y 26 de noviembre en Cancún, México.