En la actualidad, el buscador de Google arroja más de 3 millones de resultados sobre personas tatuadas en un tiempo de poco más de .20 segundos. No es de extrañarse que en nuestros tiempos sea de lo más común llevar en la piel un elemento decorativo como símbolo icónico de las preferencias del individuo. Sin embargo no siempre fue así, durante los inicios de la época moderna aún se miraba con despreció y horror a esta forma de decorar la piel.
La decoración, en el caso de la arquitectura, generó cánones entre belleza y estética en un longevo caminar evolutivo. Surgieron elementos decorativos y estilos para cada obra…, surgió “el ornamento”. No obstante, aquel hombre (arquitecto) moderno denunció a todo aquel que lo utilizara como elemento decorativo en su obra. Un delito. Así los postuló Adolf Loos al alegar —en 1908— que el hombre moderno había vencido al ornamento: “Si un tatuado muere en libertad, esto quiere decir que ha muerto unos años antes de cometer un asesinato”.
Para los contemporáneos del siglo XX esta “criminalización” fue la premisa de una nueva era arquitectónica con nuevos significados. Loos, en su clásico ensayo Ornamento y delito, sostiene lo anterior y, a posteriori, la idea fue la base del movimiento moderno, proliferando a través del minimalismo. “Lo que es natural en el papúa y en el niño [garabatear en el caso del primero y tatuarse en el segundo] resulta en el hombre moderno un fenómeno de degeneración. Descubrí lo siguiente y lo comuniqué al mundo: La evolución cultural equivale a la eliminación del ornamento del objeto usual”, sentencia Loos.
“ORNAMENT IS NOT A CRIME”
Es noche de enero de 2014 en la Ciudad de México. El auditorio y el lobby del Museo Tamayo tienen un lleno total. Inicia la presentación del libro Ornament is not a Crime (El Ornamento no es un Crimen) del artista visual holandés Jan Hendrix, y con ello se cuestiona, nuevamente, el postulado de Loos sobre el ornamento.
Hendrix vive y trabaja desde 1978 en México y es considerado un viajero, “un nómada”, de acuerdo con el arquitecto Teodoro González de León. A la presentación del volumen, editado por Arquine, asisten, además de Hendrix y de León, José Luis Barrios y Alejandro Hernández Gálvez.
Este último (mediante paráfrasis y citas de cineastas de la talla de Woody Allen) describe la obra de Hendrix haciendo alusión al teatro griego. Compara “la escultórica con la comedia y la arquitectura con la tragedia”, y refiere el conocimiento que tiene Hendrix sobre lo abstracto y lo escultórico que puede llegar a ser su obra. Por tanto, éste sobrepasa los cánones entre escultura y arquitectura; se logra escapar; se excluye de estas dos artes, y se define como un dibujante.
Hendrix define al arte como un “acto artístico”. No sólo por el hecho de que su obra restablezca la luz y el espacio con estética y plástica, sino porque acude a la dialéctica del “dentro y fuera”, otorgándole una función a su obra. Su gran mérito es precisamente que ese dibujo de dos dimensiones logre plasmarse a diferentes escalas, proporciones y transiciones, pasando de lo bidimensional a lo tridimensional. La envolvente abstracta creada de forma natural.
Cuando Loos hablaba de la “epidemia ornamental” simplificando la forma, bien se sabe que añadía un sentido crítico al hecho por el cual el objeto escultórico y decorativo estorbaba y no tenía justificación para usarlo. Sin embargo, Hendrix ofrece una renovada evolución utilizando la forma como envolvente, en la cual es menester otorgar símbolos a la piel (fachada) enfatizando el significado del paramento (cara de la construcción vertical).
NATURALEZA TERRENAL
En algún momento, el arquitecto estadunidense Robert Venturi contradijo, con su posmoderno “menos es más aburrido”, al moderno “menos es más”, de Mies van der Rohe. Hendrix se encuentra en una línea y búsqueda que tiene como punto de partida al posmodernismo; es un artista visual que acepta que está en constante aprendizaje y que se retroalimenta del trabajo de sus colaboradores, al encontrar un diálogo entre la arquitectura y el arte visual; apela a la dicotomía del Art Noveau versus Funcionalismo al potencializar el uso de la forma para llevar más lejos a la naturaleza… incluso más de lo que la ha llevado la modernidad.
En su discurso sobre Ornament is not a crime posiciona la materialización de la naturaleza terrenal, entre símbolo y objeto. El volumen compila 13 piezas de Hendrix relacionadas con proyectos arquitectónicos y urbanísticos, y se complementa con un ensayo de González de León: Puerta al espacio arquitectónico; de Alejandro Hernández Gálvez: La superficie de las cosas, y José Luis Barrios: Lugar, espacio y memoria sobre lo escultórico en la obra de Jan Hendrix.
Parte de su obra se encuentra en lugares de México, tal es el caso del Museo Memoria Tolerancia en la Ciudad de México, donde cubrió un gran vacío central que flota en el memorial de los niños: un cubo blanco con una envolvente que reinterpreta la rama de olivo de los pequeños fallecidos durante el Holocausto. En el plafón de la Librería “Rosario Castellanos”, que hizo durante 2006, el concepto se pensó para servir como lámpara al ser la única entrada de iluminación en el lugar. En el centro de Puebla es posible admirar su cilindro.
La presentación concluye con palabras de agradecimiento de Hendrix, celebra la fotografía de Jaime Navarro que reúne los trabajos de diseño en varios países; menciona a sus colaboradores y a los que brindaron soporte y con la publicación.
Tal vez, este libro no sólo recabe la historia escultórica vinculada a la arquitectura de su creador (quien tiene a la botánica como pasión), sino que abre un nuevo abanico de soluciones arquitectónicas sobre el tema de la decoración como crimen, delito; o bien, resignifica a la naturaleza decorativa del hombre… consigo mismo.