Un día de abril de 2014 el cielo se llenó de mariposas amarillas para despedir a Gabriel García Márquez, el maestro del realismo mágico, el colombiano eterno que se marchó tras dejar un enorme legado que queda entre las joyas de la literatura.

 

Era el 21 de abril cuando se apagaba a los 87 años la vida de García Márquez en su domicilio de la capital mexicana, ubicado en la calle Fuego, tras no superar una infección pulmonar.

 

El novelista había llegado el 8 de abril a su casa en camilla, trasladado por una ambulancia del hospital donde estuvo internado unos días y, como pasó con su estado de salud en los últimos años, el hermetismo fue total sobre su evolución hasta el fallecimiento.

 

Fue precisamente junto a esa fachada de piedra y ladrillo donde el galardonado con el Nobel de Literatura en 1982 fue visto en público una de las últimas veces, el 6 de marzo, día de su cumpleaños, cuando salió a saludar a los periodistas que acudieron a felicitarlo.

 

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Foto: Cuartoscuro

 

 

Con una rosa amarilla en la solapa, su flor favorita, y una gran sonrisa, Gabo fue festejado por los comunicadores con Las Mañanitas.

 

Cada 6 de marzo decenas de periodistas acudían a su casa y eran testigos de la llegada de flores y regalos para celebrar cada cumpleaños del maestro del realismo mágico.

 

Aunque pasaba temporadas en su Colombia natal, sobre todo en Cartagena de Indias, García Márquez convirtió en su hogar hace más de medio siglo a México, donde escribió su novela más universal, “Cien años de soledad”.

 

De su mudanza a México presumía su amigo y escritor Álvaro Mutis (1923-2013), pero lo cierto es que un viaje circunstancial, el 2 de julio de 1961 y que solo duraría una semana, se convirtió en definitivo y con el tiempo se fue vinculando al país.

 

Casi siempre sin avisar y cada vez con menos frecuencia, aparecía en eventos públicos de sus amigos, en conciertos de sus artistas favoritos, como Joaquín Sabina o Diego “El Cigala”. Sigiloso, sin querer llamar la atención, pese a que movía multitudes.

 

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Foto: Cuartoscuro

En sus últimos años de vida corrieron rumores de que estaba perdiendo la memoria, que se estaba apagando poco a poco la mente brillante que enamoró al mundo con obras eternas como “El amor en los tiempos del cólera”, “El coronel no tiene quien le escriba”, “La hojarasca”, “El otoño del patriarca”, “Crónica de una muerte anunciada” o “El general en su laberinto”.

 

Sin embargo, estos últimos tiempos no quitaron un ápice de valor al legado que el escritor deja a la literatura universal.

 

García Márquez “se queda en sus libros, y se va a quedar no ahora, no para nosotros, porque dentro de 500 años y dentro de mil, si existimos, habrá quienes estén leyendo al Gabo”, asegura su amiga y escritora Ángeles Mastretta.

 

La venta de su archivo personal, compuesto por manuscritos, notas, fotos y correspondencia, al Centro Harry Ransom de la Universidad de Texas (Estados Unidos) suscitó polémica hace unos días. Sin embargo, personas de su entorno defendieron la decisión de la familia.

 

Jaime Abello, director general de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), dijo que el “legado” más importante de Gabo no era otro sino “su propia obra literaria” y sus “ideas”, aún por estudiar y evaluar.

 

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Foto: Cuartoscuro

 

 

Queda, además, el cine, en el que trabajó como guionista en la escuela de cinematografía de Cuba y el festival de cine de Cartagena, “con el que se comprometió tanto”, comentó Abello.

 

Y otro gran legado, fruto de su gran pasión, es la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, ya que Gabo quería ser recordado como periodista antes que nada y como el creador del mejor periódico del mundo, un sueño que intentó en varias etapas de su vida, pero que no pudo realizar.

 

“No quiero que se me recuerde ni por ‘Cien años de soledad’ ni por lo del nobel, sino por el periódico”, dijo en alguna ocasión García Márquez. “Nací periodista y hoy me siento más reportero que nunca, lo llevo en la sangre, me tira”, decía.

 

A lo largo de su vida, trabajó en numerosos medios, sobre todo en Colombia, como El Heraldo, El Universal, El Espectador o la Agencia de Prensa Latina, entre otros.

 

Sin embargo, por diferentes motivos nunca pudo cumplir su sueño, dijo Abello, por lo que decidió crear la fundación para “entrenar a los jóvenes” y que algún día haya alguien que haga el mejor periódico del mundo y con ello cumpla en su nombre su sueño.

 

 

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