El tiempo es algo que a los arquitectos nos obsesiona, particularmente en lo que toca al envejecimiento de nuestros edificios; Octavio Paz definía a la arquitectura como el testigo insobornable de la historia, pero hoy, debido al gran crecimiento de las ciudades, mucha de la arquitectura que se produce no es del todo nueva, es decir, de “nueva planta”, sino que nace a partir de estructuras preexistentes y nos toca a nosotros modificar, por no decir “comprometer positivamente”, ese testimonio insobornable… “construir lo construido”.

 

México es un país con un vastísimo patrimonio arquitectónico desde el siglo XVI hasta el XX, y, aunque este último resulta poco “comprendido” y reconocido aún, cada vez son más los ejemplos de magnífica arquitectura que se origina en esta especie de reciclaje con diversos nombres: restauración, en edificios de mucho valor patrimonial; revitalización, en edificios a los que se les inyecta vida nueva; remodelación, en los que aprovechando solo la estructura, se transforman con gran libertad formal; o reinterpretación, inclusive, cuando lo que queda está tan deteriorado, que hay que rehacer casi todo. En este contexto, los arquitectos hemos aprendido a trabajar con restauradores, historiadores y un sinnúmero de consultores de distintas disciplinas, en reciclajes sumamente polémicos. Se trata de conservar, salvaguardar, y no comprometer (ni el pasado ni) el futuro de edificios de valor, pero se trata también de que se adapten a la forma de vida actual, a usos nuevos. Es una visión sostenible (porque no compromete a las futuras generaciones), y una gran suerte que, en el caso de México –según algunas opiniones siempre divididas-, a saber, mientras más antigua es nuestra arquitectura, más sabor, pátina, y valor se deriva de su desuso y de su abandono. Nuestro centro histórico ha sido el laboratorio –sin más remedio- de esta arquitectura de búsqueda y de visión sostenible, en donde se inicia la inserción de arquitectura contemporánea en edificios históricos. Desde casos muy destacados, como la intervención radical en el templo de Santa Teresa la Antigua “ex Teresa” en 1994 de Luis Vicente Flores, la restauración del antiguo Colegio de San Ildefonso y el Club de Banqueros (ex Colegio de Niñas de Nuestra Señora de la Caridad) en 1994 de Ricardo Legorreta, el edificio de El Colegio Nacional (antiguo Convento y Colegio de la Enseñanza) en 1994 de Teodoro González de León, el Centro Cultural de España (antiguo Colegio de Cristo y la Casa del Marqués del Apartado) en 2002 de Alfonso Govela, o el Museo Mide (antiguo Hospital de Betlemitas) en 2006 de Ricardo Warman y Alejandro de la Vega, por mencionar sólo algunos.

 

Hay muchos otros casos, en diversos contextos y de otros géneros, como el hotel La Purificadora de Legorreta+Legorreta con Serrano-Monjaraz, que aprovecha las ruinas de una purificadora de agua en Puebla, o antiguas fábricas que se convierten en centros comerciales y culturales (Plaza Loreto y Plaza Cuicuilco al sur del DF), o las Haciendas–sobre todo las henequeneras en Yucatán- de Grupo Plan con TDM y Reyes Ríos, que protagonizaron una lección de aprovechamiento y salvaguarda de una gran arquitectura patrimonial, convertida en hoteles de ensueño, y recreando con mucho conocimiento y refinamiento, elementos originales de las deterioradas joyas arquitectónicas preexistentes.

 

Acostumbradísimos a convivir con arquitecturas de siglos pasados, conventos, colegios, hospitales, haciendas, molinos, o fuertes militares, curiosamente nos hemos convertido en amantes de las “piedras antiguas”, tanto de centros arqueológicos, como de una arquitectura que simplemente llamamos histórica. Originalmente –siglos XVI y XVII-, gran parte de esta arquitectura fue de aplanado con color. Curiosamente, las piedras, los tabiques y los ladrillos no fueron más que el sistema constructivo. En este sentido, si México es un país tradicionalmente “mega-cromático”, ¿porque todo se ha tornado tan gris?, es una pregunta sumamente relativa, pero da pauta a una reflexión que debe trascender de lo meramente arquitectónico a lo urbano, en el entendido de que existen urbanizaciones -colonias- que debemos salvaguardar también por su condición patrimonial. Un tema para la siguiente columna. Comparto un croquis.

 

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