A principios del año pasado los banqueros vivieron uno de los momentos gremiales más tensos e interesantes que hayamos visto en los últimos años en el país. Por lo menos uno que haya trascendido públicamente como ocurrió a principios de 2011.

 

La discusión que públicamente se había planteado era por la sucesión en el liderazgo del gremio, de la Asociación de Bancos de México, que en aquel momento presidía Ignacio Deschamps, a la sazón presidente de BBVA Bancomer, el banco de capital español que lidera el mercado bancario en el país.

 

Pero más allá de quién formalmente ocuparía la silla de la presidencia del gremio, la discusión era de mayor alcance e, incluso, de mayor trascendencia para el gremio y para la economía, sin demeritar la importancia que tiene el cargo en sí mismo.

 

Lo que se discutía en aquel momento era la influencia gremial y económica de los bancos que operan en México con capitales extranjeros y cuyas matrices se encuentran fuera de nuestras fronteras. Esta muy importante discusión para el país se escenificó en el gremio bancario con el simbolismo de quién ocuparía la presidencia de la ABM, aderezada con fuertes influencias de tipo personal y hasta político como ocurre regularmente en cualquier gremio empresarial del país.

 

El hecho concreto es que efectivamente desde hace ya casi una década, los bancos cuyas matrices se encuentran fuera de México poseen tres cuartas partes de los activos bancarios en el país. Bajo cualquier parámetro su presencia en el sector es abrumadoramente mayoritaria frente a los bancos cuyo capital es de origen local.

 

Quiérase o no, para fines de la imagen pública gremial, el hecho es que la discusión llevó a identificar a dos grupos que están en el mismo negocio pero que su origen de capital les plantea percepciones distintas sobre cómo conducirse gremialmente y, más importante aún, bajo qué parámetros conducir la política bancaria y la incidencia de ésta en el desarrollo del país.

 

Hace una semana el actual presidente del Grupo Financiero Banorte y ex gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, volvió una vez más al tema -porque lo hizo en reiteradas ocasiones desde el banco central- con duras críticas a la política bancaria seguida en los últimos años y en particular la relativa a la banca extranjera asentada en México por su escaso aporte al crecimiento económico.

 

Según lo dicho por el propio Ortiz, las actuales coyunturas de reconformación del sistema bancario global y las próximas elecciones presidenciales en México son ideales para discutir un tema de esta envergadura.

 

Por otro lado, el presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, Guillermo Babatz, en una entrevista que le realicé recientemente, mostró su total desacuerdo con las críticas hechas por Ortiz en dos aspectos centrales: No está de acuerdo en cuestionar los derechos de propiedad adquiridos por los bancos extranjeros para operar en México con capital 100% extranjero, y en señalar exclusivamente a la banca extranjera cuando se habla de los aportes de la banca al crecimiento económico.

 

El tema es relevante, ni duda cabe. Ortiz se ha encargado de que se mantenga en la agenda pública en los últimos años y habrá que tomarle la palabra para entrar a los detalles finos. Mientras tanto el asunto subyace en el gremio bancario de cara a su próxima convención anual en mayo próximo.

 

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