Mal momento para aparecer cantando, precisamente a unas cuantas horas de que el equipo para el que juegas recibió la goleada más dolorosa en años. Mal momento para aparecer en una fotografía acompañada por el texto “esta noche va a ser especial espero que disfrutes nuestro show.
Hoy rompemos tarima en Madrid”, precisamente durante la noche en la que millones de aficionados merengues en el mundo no fueron capaces disfrutar de nada, por no decir, de romper tarima alguna. Mal día y mal tino para celebrar, precisamente ese, máxime, cuando se hizo público lo que debía de haber permanecido privado.
Como quiera que sea, la reflexión puede dirigirse hacia el absurdo de esa fiesta de Cristiano Ronaldo o hacia la insensatez de no cuidar que se mantuviera sin notoriedad , mas de ninguna forma hacia su compromiso con el Real Madrid. Durante seis campañas ha disputado 277 partidos, en los que ha anotado 288 goles, en la media de productividad más imponente que pueda hallarse.
De forma tal que es ya el cuarto goleador en la historia del equipo y va camino a ser el número uno en no más de un año (se encuentra a 35 goles de Raúl, con diez temporadas menos vestido de blanco). Más allá de eso, su instinto depredador le ha llevado a empecinarse más de lo que sus piernas resisten (para beneficio del propio Madrid) y eso propició que llegara muy diezmado al pasado Mundial. Con treinta años recién cumplidos, vive con ansiedad de promesa adolescente y de esa misma forma se mejora a diario, con sesiones adicionales de gimnasio o trabajo con balón.
Sucedió que el Madrid fue vapuleado por el Atlético en el derbi del sábado y que para esa misma noche estaba organizada la fiesta de cumpleaños del máximo crack madridista. Las opciones eran dos: disculparse con la gran cantidad de invitados llegados desde Portugal y cancelarla (los inevitables gastos tienen que haber sido el último de sus inconvenientes); o efectuarla bajo certificadísima discreción, con alternativas válidas como retirar los celulares a quienes pudieran filtrar imágenes del evento.
Más allá de lo que pueda herir a la sensibilidad del madridismo, mucho más preocupante que esa fiesta, fue el paupérrimo desempeño frente al rival citadino, la súbita sensación de decadencia en quienes en diciembre hilaron 22 victorias, la cantidad de bajas que no lograron ser suplidas, el desastre en cada una de las líneas del equipo: portero inseguro, defensa endeble, medio campo extraviado y delantera sin tiros a gol (peor que carecer de pólvora es ni siquiera hallar la puerta rival).
El debate relacionado con la fiesta es válido, pero primero el de lo público y lo privado. Cuesta creer semejante error de cálculo. Nadie tenía que haber visto fotografía o referencia alguna a la pachanga, y la razón es evidente: respeto a la camiseta que portas, respeto a la institución que te paga, respeto a la afición a la que representas. ¿Significa eso que debía haber sido cancelada? No. Cada quien púede hacer lo que guste en el ámbito privado, paradigma que se modifica, obviamente, al hacerse público.
No es asunto del mes pasado o moda pasajera que todo termine por llegar a las redes: llevamos ya así un buen rato, con príncipes europeos, mandatarios, deportistas, celebridades en general. Algo parecido han de comprender, bajo una situación de carácter muy diferente, los elementos del Manchester United, acusados de haber distribuido entre sí el video de un jugador en pleno acto sexual, mismo que terminó por trascender los límites del vestuario.
Prudencia. Ni más ni menos. Tampoco demasiado que pedir.