Ley que lo mismo regodearía a esotéricos que a amantes del psicoanálisis, pero que, ni duda cabe, se confirma constantemente: esa añeja balanza entre los dos grandes de una liga.
Ley física que escapó a los estudios de Newton y demás pioneros, aunque, imposible refutarlo, ahí está: el bien de uno se empecina en ser inversamente proporcional al del otro. Ley que determina, bajo parámetros compartidos, a Real Madrid y Barcelona. Dividamos la presente temporada del futbol español en tres bloques anteriores a este fin de semana.
El primero, con el cuadro blaugrana invicto y su portería imbatida a lo largo de las ocho primeras jornadas de liga, etapa que contrastaba con la versión más criticada del Madrid desde que es dirigido por Carlo Ancelotti. En aquel momento, pocos hubieran apostado por los merengues, incluso con la estadística que aseveraba lo poco factible que es coronarse cuando perdiste dos de los primeros tres cotejos.
El segundo instante llegó cuando tuvimos el clásico en el estadio Santiago Bernabéu: ese día los blancos arrollaron al Barça y se repusieron de una prematura desventaja en el cotejo (metáfora de cómo se repondrían de la prematura desventaja en la tabla de posiciones).
El tercero emergió al inicio de este 2015: el Madrid vio truncada su racha de 22 triunfos al hilo (contando todos los torneos) y se desplomó. Eliminado de la Copa del Rey, aparte de un par de derrotas en liga, a lo que debieron añadirse dos factores (o, más bien, tres): la plaga de lesiones y suspensiones, además de la inseguridad en toda línea del equipo –mucho más preocupante que cualquier resultado–, y lo que tenía que pasar: el Barcelona en su mejor fase de juego desde que Luis Enrique lo entrena.
Así llegamos hasta el pasado viernes, con la sensación de que el escaso punto que los dividía, se revertiría a favor del Barça antes que tornar mayor ventaja blanca.
Se hablaba de que el Madrid estaba en crisis, que la temporada se le había hecho larga, que ya no había razón para prorrogar el contrato de Ancelotti, quien, imprescindible recordarlo, lleva desde agosto jugando al sube-y-baja con su homólogo Luis Enrique: el italiano ha estado amenazado de despido cuando al asturiano se le ha jurado continuidad, situación que ha ido al opuesto en dos ocasiones: la suspicacia hacia uno es la fe en el otro (la contraposición en tiempos también aplica, con sus reservas, al nivel de los eternos contendientes por el trono mundial, Lionel Messi y Cristiano Ronaldo).
Hoy sería excesivo asegurar que hemos recuperado al mejor Madrid tanto como condenar al Barça a una nueva crisis, pero es evidente que los merengues jugaron sus mejores minutos del año precisamente al otro día de que los catalanes disputaran sus peores
El péndulo parece ir de regreso y los capitalinos tienen en sus manos ir al clásico (22 de marzo) cuatro puntos arriba
¿La ley, tan adorada por esotéricos como por psicoanalistas, brotó de nuevo? ¿Bien de uno inversamente proporcional al del otro? La inevitable balanza que separa en sus platos a los dos grandes.