Hace 20 años, ser chef era todo menos glamoroso. El escoger esta profesión implicaba estar encerrado en cocinas muchas veces diminutas, sin ventilación, sudando la gota gorda sin descanso ni reconocimiento alguno.

 

Muchos restaurantes, incluyendo elBulli, vieron una sucesión de cocineros encomendados a mantener sus estrellas Michelin. Más que el cocinero, era el restaurante el famoso. Sin duda, una cocina no podía funcionar sin un buen chef. Sin embargo, el crédito final se lo llevaba el restaurante al momento en que el cliente se sentaba a degustar sus platillos.

 

Hoy, todo esto ha cambiado. Con el surgimiento de los Chefs estrella, este mundo tan gris se ha vuelto glamoroso.

 

La televisión está inundada de cocineros que pueden imaginarse platillos memorables con sólo ver los ingredientes y mover sus cuchillos en las más rudas competencias. Sus filipinas están inmaculadas, el sudor nunca cruza siquiera su frente y sus dientes brillan de blancura con perfectas dentaduras.

 

Todo este nuevo fenómeno ha cambiado el porqué vamos a un restaurante. Antes íbamos para comer bien, hoy en día es porque quiero conectarme con esa personalidad a través de su comida, y porque no, tal vez hasta obtener un autógrafo.

 

 

Confieso que nunca le había prestado demasiada atención al fenómeno del chef estrella, sin embargo una experiencia en el Morimoto de la Ciudad de México fue la gota que derramó el vaso. Hoy entiendo que, en lo personal, más allá de la popularidad del chef, lo que yo busco cuando voy a un restaurante es buena comida y buen servicio. El estrellato me tiene sin cuidado.

 

¿Y me preguntarás, con razón, por qué hago tal aseveración? Pues porque esta semana tuve una pésima experiencia en Morimoto de la Ciudad de México, la cual se desenvolvió a pesar de la presencia del chef Masaharu Morimoto en el restaurante que lleva su nombre.

 

Mientras esperaba mis piezas, sentada en la barra en el restaurante semivacío con mi acompañante, el chef Morimoto vestido con bermudas estiraba los músculos de las piernas sujetándose al espacio creado para la hostess.

 

Mientras lo observaba perpleja, llegaron a la mesa piezas de sushi con un arroz que no sólo carecía de la temperatura adecuada, sino que además se sentía grumoso, huloso y apelmazado. Al regresarlas, el mesero nos comentó que el chef Morimoto seguramente nos prepararía algo. Sin embargo no fue así, en el tiempo que estuve ahí, el chef Morimoto nunca se paró detrás de la barra.

 

El responsable de dar la cara, fue el encargado de la barra, quien respondió diciendo que no había sido él quien había preparado las piezas. Como entenderás, esta respuesta dista mucho de lo que se esperaría en una barra que maneja los precios de Morimoto y aún más, si es comandada por un Chef que se vende como uno de “los mejores chefs japoneses del mundo”. El arroz es fundamental en cualquier barra en donde se sirva sushi respetable, prepare quien lo prepare.

Las segundas piezas, sin duda estaban muy superiores, por lo que le solicitamos al encargado de la barra una segunda selección de sushis, dejándosela a su elección conforme a la tradición de “omakase” donde el chef nos ofrece lo mejor del día. Mientras, como una atención del restaurante, nos trajeron una foto firmada por el Chef Morimoto con nuestro nombre, quien ahora, estaba coqueteando con la hostess en la parte trasera del restaurante. Sin duda, una verdadera atención hubiera sido recibirla de su persona.

 

Después de casi 15 minutos, le preguntamos al mesero que estaba pasando con nuestras piezas y nos comentó que ya las estaban preparando y de la manga nos sugirió unas piezas, evidenciando la falta de atención por parte de la barra. Le pedimos al mesero que le preguntara al Sushi Chef que es lo que nos sugeriría y vimos como éste lo ignoraba. Como entenderás, lo único que podíamos hacer y fue lo que hicimos, fue pedir la cuenta, pagar y salir del lugar, mientras el chef Morimoto, en completa ignorancia de lo sucedido, seguía coqueteando con las hostess.

 

Después de esta experiencia, me puse a reflexionar sobre otras comidas que he tenido en restaurantes de chefs famosos o de renombre. En Londres, en el Gordon Ramsay, del Hotel Claridge, he tenido una de las mejores experiencias de maridaje de comida y vino de mi vida. En Per Se, en Nueva York, de Thomas Keller, admiré la belleza de sus presentaciones y disfruté aún más cada uno de los platillos que evidenciaban un gran cuidado en la selección de los ingredientes y su preparación. En Babbo, de Mario Batalli, uno de los chefs más reconocidos de Estados Unidos, no sólo me senté en la barra a platicar con él, sino que además comí espectacularmente. En el Bulli de Ferrán Adriá, su cocina funcionaba como si se tratara de una operación militar, mientras nos daba la bienvenida y charlaba con nosotros Ferrán Adriá en sus dominios.

 

 

El servicio al cliente fue impecable y de los mejores que he visto en mi vida. La comida fue memorable. En Sergi Arola Gastro, fue el mismo Sergi Arola quien se encargó de llevar a nuestra mesa unos platillos y platicar unos minutos con nosotros mientras comíamos plato, tras plato de comida exquisita. Recuerdo como, hace un par de años, al entrevistar a Alain Ducasse, me decía, “la grandeza del chef, no es qué tan bien puede cocinar, sino cómo funciona su cocina cuando no está”. En las palabras de uno de los chefs que nunca me ha fallado y quien comanda uno de mis restaurantes favoritos en Nueva York, Eric Ripert, chef ejecutivo de Le Bernardin, dijo en Twitter “Si deseas convertirte en un verdadero chef deberías tener una verdadera pasión para cocinar, comer y no buscar la fama y la fortuna. El cocinar es un oficio y muchas veces un arte”.

 

 

Sin duda, me queda claro que el chef Morimoto se estrelló en su estrellato y que se olvidó de lo que implica su oficio y el arte que requiere su profesión. Yo busco buena comida. La fama no garantiza nada. Mi visita a Morimoto resultó en una cuenta excesivamente alta y en lo personal, me quedé invitada a no regresar.

 

Espero que tengas un buen domingo y recuerda ¡hay que buscar el sabor de la vida!

 

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Morimoto

Mariano Escobedo 700

(Dentro del Hotel Camino Real Polanco)

Tel. 5263 – 8888

 

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App con recetas. Jamies Recipes. Y, hablando de chefs estrellas, Jamie Oliver tiene un nuevo recetario con tips para comprar ingredientes y prepararlos. Parte de la aplicación es gratuita y hay módulos que se pueden adquirir.

 

¿Qué está pasando? Del 5 al 22 de marzo en todos los Starbucks de México de 15:00 a 18:00 hrs se esté llevando a cabo la Cata Nacional del Café, donde podrás probar tres distintos tostados de café, para que encuentres el que más te gusta. Más información en encuentratucafe.starbucksmexico.net

 

@anasaldana