Si todo indicó que su nominación como candidato del PRI a gobernador de Guerrero en las elecciones del 7-J próximo se dio en función de la agenda de la inestabilidad social, Héctor Astudillo Flores arrancó con buenos pronósticos ante un PRD marcado por la represión y un PAN inexistente.

 

Pero Guerrero tendrá que pasar por una de las grandes pruebas políticas de todo proceso democrático: la aceptabilidad de la derrota. En la lógica de que el PRD anda bastante mal por su papel en la represión de normalistas y la articulación de funcionarios estatales y municipales con el crimen organizado, entonces la creación de un clima de inestabilidad ayudará a reventar las elecciones para un proceso extraordinario: todo con tal de evitar el regreso del PRI.

 

Y en la lógica de la creación de inestabilidad que beneficie al PRD se localiza el activismo de los padres de los normalistas secuestrados y asesinados por órdenes del alcalde perredista en Iguala, José Luis Abarca, pero más interesados en acusar al PRI del crimen que cometieron funcionarios del PRD. Así, el discurso político de los padres de los normalistas secuestrados nada tiene que ver con la justicia o la memoria de sus hijos, sino que todo está relacionado con afectar las tendencias electorales del PRI en las próximas elecciones.

 

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La preocupación del PRD tiene que ver con la figura política del candidato priista Astudillo Flores, quien en las elecciones del 2005 sacó 42% de los votos, pero fue rebasado por el perredista Zeferino Torreblanca con 55% de los votos. Si algún factor desequilibró la votación fue la alianza del PRD con el PT, pues cuando el PT compitió aliado al PRI hubo una mayor competitividad priista.

 

Los primeros indicios revelan que el priista Astudillo Flores arrancó en muy buena posición, porque el candidato panista Jorge Camacho no sólo tiene una limitada figura política local sino porque el PAN -que se alió a última hora con el candidato perredista Ángel Aguirre Rivero- carece de estructura electoral estatal. Los porcentajes electorales del PAN en elecciones de gobernador en Guerrero son mucho menos que simbólicos: 1.7% en 1999, 1.1% en 2005 y 1.3% en 2011.

 

Y el PRD la tiene más que complicada con la candidatura de Beatriz Mojica, un activo subordinado al ex gobernador priista-perredista Aguirre Rivero y por tanto contaminada por los efectos político-partidistas de la represión a normalistas de Ayotzinapa por los gobiernos de Torreblanca y Aguirre. Los normalistas han tenido que comerse su furia porque romper con el PRD implicaría el regreso del PRI al gobierno estatal.

 

Por tanto, las posibilidades de Mojica dependerían de romper con Aguirre Rivero como el cacique perredista con mañas priistas; sin embargo, sin el apoyo de Aguirre Rivero en realidad Mojica no hubiera ganado la candidatura, lo que prueba el hecho político de que quien tiene el control caciquil del estado y del PRD estatal es precisamente el ex gobernador Aguirre.

 

En este contexto, las posibilidades de victoria electoral del priista Astudillo Flores comienzan a verse en los primeros sondeos porque es una figura política local no conflictuada y porque ha mantenido distancia de los grupos criminales que tomaron el control político de Guerrero por decisión de los gobiernos perredistas de Torreblanca y Aguirre Rivero. Si el PRI mete las crisis de represión perredista en el debate por la gubernatura, la tendencia electoral de Astudillo Flores podría subir más.

 

El PRD en Guerrero quedó atrapado en la tela de araña que tejió Aguirre Rivero para construir un cacicazgo local al estilo PRI pero reprimiendo a grupos sociales progresistas o radicales que le dieron vida a la izquierda en la entidad. De ahí que el regreso del PRI al gobierno de Guerrero sea, en primer lugar, una responsabilidad del PRD por su fracaso como gobierno.