Pablo Iglesias intenta ser el Zara de la política española; epicentro de una clase media: pujante, progresista y europea. Se trata del nombre de marca en el que convergieron millones de españoles entre el felipismo y aznarismo; periodos de recuperación del ingreso per cápita; cohortes políticas que recibieron de la Unión Europea ocho mil millones de euros anuales para regenerar la imagen país.
Podemos de Pablo Iglesias nace de una deprimente desesperación: “lo que vivimos fue un sueño”. José Luis Rodríguez Zapatero hereda a Rajoy un país en ruinas donde la clase media ya no pudo gozar del crédito, lo mismo en hipotecas que en autos. Algo peor, la meritocracia estalla porque los estudios ya no garantizan un trabajo estable y con pensión asegurada. Es la época de los contratos “basura”: sin protección social y con la seguridad de ser despedido vía fast track.
Hoy, los desahucios (embargos de departamentos y casas) ejemplifican el fin del sueño pero también el fin del bipartidismo (Partido Popular –PP– y Partido Socialista Obrero Español –PSOE–). Y lo es porque ambos bandos políticos se han convertido en bandas de delincuentes.
Los iconos recientes de la corrupción son dos casos: el blanqueo de dinero gestionado por el tesorero del PP, Luis Bárcenas, y el peculado cometido por políticos del PSOE andaluz.
Lo que ocurre en España sucedió en Grecia, amenaza a Gran Bretaña y, lo peor, también lo viven los franceses enciclopedistas.
En efecto, el bipartidismo desfallece en Europa aunque en varias partes del mundo seguimos pensando en política -1.0. Así es Latinoamérica: tropical, campechana y autoritaria.
Las opiniones de los ciudadanos en tiempo real carcomen las promesas de tiempo anquilosado de los políticos pero éstos simulan la inexistencia de la realidad. Ya no se ganan elecciones desde el aterciopelado ángulo centrista. Los extremos han roto la geometría ideológica.
Se trata de un problema generacional que emerge no sólo en una de las etapas del proceso de la revolución tecnológica de la globalización sino del fenómeno de la transcultura (suma de rasgos de las anteriores culturas divergentes a costo de un proceso de descoloramiento de las banderas). Algo más, la escasez apela a la austeridad por lo que la red macroeconómica europea aplica vacunas contra la expansión de los populismos, excepto claro, cuando existe competencia racial.
Lo que ocurrió el martes en Madrid se convertirá en hito histórico al pasar de los meses.
A las doce del mediodía comenzó el último capítulo del cara a cara entre el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE); Mariano Rajoy frente a Pedro Sánchez. Y al decir, “el último capítulo” significa que no habrá más bipartidismo, al menos en el corto plazo.
El partido con mayor intención de voto (de acuerdo con la encuestadora Metroscopia que publica el periódico El País) no estuvo presente en el debate del estado de la nación no porque no quisiera sino por su corta edad. Su debut ocurrió en las elecciones europeas en mayo pasado por lo que no ha tenido oportunidad de saltar a las Cortes. Pero lo hará en este año.
En teoría (política) Podemos ha eclipsado a las izquierdas: PSOE e Izquierda Unida (IU) aunque en la realidad (emocional) también le ha quitado votos a la derecha representada por el PP. Podemos es un partido tan monotemático (contra la casta –corrupción–) como transversal.
Pablo Iglesias nunca menciona su carta de presentación ideológica porque eso corresponde al siglo pasado.
Políticamente Podemos le quita votos al PP por incompetencia de su líder, Mariano Rajoy. Sorprende su irresponsabilidad en el manejo del problema soberanista catalán. Un presidente no puede ser monotemático (ya vimos el caso de Felipe Calderón). Rajoy lo es. Sólo habla de economía. No está mal hacerlo en un país con 50% de desempleo juvenil pero… ¿y la política? A Rajoy no le interesa lo que sucede en un lugar que aporta el 20% del PIB español y tiene en su capital, Barcelona, a la ciudad que visitan anualmente ocho millones de turistas.
El área de oportunidad de Pablo Iglesias se encuentra en los vacíos del bipartidismo. Así nació Zara.