MADRID. Manotazos contra el césped, un grito a la tribuna que la prensa española descifró como un “jódanse”, cortes de manga contrariado, lamentaciones por no marcar o desaparecer cuando el resto de jugadores del Real Madrid saludaban al público del Bernabéu; fueron algunos de los gestos que mostraron la frustración de Cristiano Ronaldo, un futbolista que lleva varios meses sin ser el que ganó un Balón de Oro hace tres meses.

 

“Conocemos a Cristiano y no se le puede reprochar ningún gesto que haga, a no ser que sea contra algún compañero. Son contra sí mismo”, lo disculpó Sergio Ramos tras el partido que el Real Madrid ganó al Levante 2-0.

 

Sergio Ramos ejerció de capitán y reunió a sus compañeros en el centro del campo para aplaudir al público del Bernabéu. Por otro, Cristiano se alejó hacia el vestuario sin comparecer en el centro del campo junto al resto.

 

Si Iker Casillas tuvo que obligarle a hacerlo contra el Schalke, Ramos no fue capaz. Y es que, el partido acabó con el portugués desquiciado por su mala suerte ante el gol, por sus fallos y por abucheos que un sector del público del Bernabéu dedicó en el minuto ochenta.

 

Eso volvió a enfadar a un jugador de quien Ramos asegura estar peleado con él mismo. Puede ser verdad, pero sus detalles no ayudan a verlo así. Es posible que la imagen que proyecta sea la de un delantero que piensa más en sí mismo que en el colectivo. Y eso durante el partido con el Levante se vio en varias ocasiones, como tras el primer gol de Gareth Bale cuando no festejó con el galés el tanto que el portugués propició, sino que dedicó su tiempo a mover los brazos en una señal de desaprobación consigo mismo.

 

Después, la escena fue más cruel. En una jugada ensayada remató a portería y Bale desvió la trayectoria del balón ligeramente. Cristiano corrió a celebrar un gol que no era suyo. De nuevo, Bale le quitaba la gloria.

 

Por todo eso proyectó una imagen poco colectiva y muy individualista. Desde la gala del Balón de Oro, no levanta cabeza. Lionel Messi le ha superado como máximo goleador cuando hace meses parecía impensable.

 

Cristiano, enfadado ahora, se verá las caras con Messi el fin de semana que viene para intentar redimirse. Indudablemente, pese a su mala racha, es indispensable para Ancelotti, pero su estado anímico, cabreado con el mundo y consigo mismo no ayuda al colectivo. El individualismo puede llevar a la frustración y el individualista no es el mejor Cristiano.