Cristina Kirchner desapareció durante los cinco días siguientes al accidente de tren donde murieron 51 personas y resultaron heridas más de setecientas. Su miedo le costó 17 puntos de su popularidad. Pasó del 60% al 43%. Por día perdió 3.4 puntos. Ocurrió en Buenos Aires el pasado 22 de febrero. Del penoso accidente surgió una clara metáfora: el modelo kirchnerista está deteriorado como lo estaban los vagones del tren que ocasionó el choque. Malas noticias para quien se despierta en lunes pensando que es viernes. Y es que Cristina tiene pocos días de haber tomado posesión como presidenta y ya está desgastada. En efecto, al momento corre el tercer periodo kirchnerista que abarca ya  nueve años. Todos voltean a ver a Venezuela cuando por la mente aparece la palabra autoritarismo soft o dictadura consentidora sin embargo, muy cerca, en Argentina corren tiempos que devoran instituciones.

 

El modelo kirchnerista ha sobresalido por sus rasgos paternalistas. La prueba del ácido siempre ocurre cuando un gobierno interviene sectores del ocio. Así ocurrió con los derechos de televisión de la liga de futbol. Frente al desacuerdo entre empresas privadas, el gobierno de Cristina Kirchner se hizo de los derechos millonarios del deporte-religión en Argentina. Futbol para todos, a toda hora y de todas las divisiones.

 

Cristina Kirchner mantuvo una relación simbiótica con el poderoso líder del sindicato (peronista) de los transportistas CGT, Hugo Moyano (alguien que bien podría hacer las veces de Elba Esther Gordillo, por la concentración de poder y su fortuna) hasta que ganó las elecciones. Ahora Kirchner, para bajar la inflación, tendrá que moderar, por no decir eliminar, sus bondadosas costumbres que tuvo en el pasado de incrementar sueldos en un 40%, lo que para Moyano resulta imposible. El líder sindical amenaza  a la presidenta con sortear los medios convencionales de protesta al asegurar que las medidas de fuerza parecen “inevitables” pues avizora un incremento en la “conflictividad social” (La Nación, 18 de marzo).

 

Por si fuera poco, la presidenta se enfrentó al sindicato de maestros. Nunca le habían organizado una huelga. Cristina Kirchner generalizó como obliga la retórica populista al declarar que todos los maestros son unos flojos pues trabajan cuatro horas al día y tienen tres meses de vacaciones.

 

Por lo que corresponde a las cifras del déficit energético argentino (ocho mil millones de dólares en importaciones de gas y petróleo) provocan en Cristina un malhumor, en este caso con la empresa española Repsol-YPF en donde el gobierno argentino tiene un asiento en el comité de accionistas. Sin embargo, el rey Juan Carlos le ha llamado para tranquilizarla. Nada de colocar banderas argentinas a las afueras de las instalaciones de Repsol-YPF, y lo más importante que le comunicó el monarca español fue que deje capitalizar la empresa a través de una ampliación de acciones con un valor de mil millones de euros. La situación continúa varada.

 

En asuntos de política monetaria, el gobierno desea cambiar los estatutos del Banco Central para ser intervenido…por le propio Gobierno kirchnerista, al menos en materia de reservas pues, dice Cristina, son para utilizarse para mantener el gasto social, eufemismo de derroche clientelar.

 

El crecimiento del PIB argentino se encuentra en la congeladora pues durante la década pasada logó un promedio de 8% frente al 2% pronosticado para este año.

 

En cuestiones de la distribución de poder, la presidenta decidió concentrarlo en La Cámpora, las juventudes kirchneristas que encabeza Máximo Kirchner, uno de los hijos de la presidenta.

 

La pregunta es si Argentina se convertirá en la Grecia de América.

 

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