BERLÍN. Andreas Lubitz, que presuntamente y de forma voluntaria estrelló el martes en los Alpes franceses el avión de Germanwings con otras 149 personas a bordo, era un joven de 27 años con una vida en apariencia normal y que trabajaba para la aerolínea desde 2013.
“Cumplió su sueño de volar, sueño que ahora ha pagado caro con su vida“, comentaban sus compañeros del club aéreo LSC Westerwald de Montabaur, su localidad natal, en un mensaje colgado en la página web de la organización tras conocer la tragedia del avión.
En ese breve homenaje en recuerdo de Lubitz, los compañeros del club de vuelo lloraban la muerte de uno de sus miembros, que “comenzó como piloto de planeadores y llegó a ser piloto de un Airbus A320“.
Con ese avión se estrelló el martes en Francia tras despegar de Barcelona en un vuelo con destino a Düsseldorf, donde la Policía registró hoy su vivienda por orden de la Fiscalía con el fin de encontrar alguna prueba que pueda explicar lo que hizo.
Según las primeras informaciones hechas públicas por la Fiscalía francesa a partir de las grabaciones de voz registradas en la primera “caja negra” recuperada del avión, el copiloto accionó el sistema de descenso del aparato estando solo en la cabina y no abrió la puerta al piloto, que había salido un momento e intentó sin éxito regresar.
El joven, de 27 años según el Ayuntamiento de Düsseldorf -un año menos de lo que se informó inicialmente-, nació en la pequeña localidad de Montabaur, de apenas 12.500 habitantes, en el estado federado de Renania-Palatinado.
Vivía entre Düsseldorf, capital del vecino estado de Renania del Norte-Westfalia, y la casa de sus padres en Montabaur, también hoy registrada por la Policía a la búsqueda de algún indicio que pueda esclarecer su conducta.
Andreas Lubitz se había formado para ser piloto en el centro que tiene Lufthansa en Bremen y, según informó hoy el presidente de la aerolínea alemana, Carsten Spohr, hace seis años y durante varios meses interrumpió su formación, algo que no es infrecuente.
“Era cien por cien apto para el vuelo, sin ningún tipo de peculiaridad”, aseguró.
Pero fue ese parón de meses el que suscitó las mayores especulaciones sobre una eventual depresión u otro problema psicológico, que ninguna fuente confirmó.
Varios de sus compañeros en el club aéreo de Montabaur consultados por los medios locales describieron a Lubitz como “un joven muy amable”, “divertido y a veces quizás un poco tranquilo”, sin ninguna particularidad especial o característica llamativa.
El copiloto había comenzado a trabajar para Germanwings en septiembre de 2013, cumpliendo su sueño de pilotar un Airbus y tenía una experiencia de 630 horas de vuelo.
Había pasado todas las revisiones exigidas en Lufthansa y también los controles de seguridad rutinarios que realizan las autoridades de control aéreo de Renania del Norte-Westfalia a los trabajadores de las aerolíneas con base en el estado y de los aeropuertos de la región.
Según fuentes de la Gobierno municipal de Düsseldorf, había superado sin novedades esas pruebas por vez primera en 2008, por segunda vez en 2010, y en enero pasado se certificó de nuevo que no está implicado en asuntos penales o vinculados con extremismos.
Apenas ningún vecino atendió hoy a las cámaras de televisión que se arremolinaron en las cercanías de su casa de Düsseldorf y de la vivienda de sus padres en Montabaur. DM