Por Teresa Moreno
Cuando el niño César Millán le contó a su mamá que su gran sueño era algún día convertirse en el “jefe de jefes” de la plaza del narco más importante de entonces, Culiacán, Sinaloa, María Teresa le volteó la cara de un cachetadón.
El niño se quedó pensando y entonces cambió de opinión: “Quiero ser el mejor entrenador de perros del mundo”, reviró; su madre lo debió mirar con alivio: “Usted puede ser lo que se le dé la gana, mi’jo”. Y César Millán se convirtió en el encantador de perros más reconocido del mundo.
“Lo que nos falta como mexicanos es educación y cambiar los modelos a seguir, no nada más la novela. Cuando crecí yo quería ser cantante y actor, porque eso era lo que veía en la televisión… obviamente también quería ser “jefe de jefes”, y fue cuando mi mamá me pegó un cachetadón porque eso era lo que yo quería ser, pero también era lo que yo veía”, contó Millán a 24 HORAS después de una conferencia magistral.
En su ponencia Mexico’s Greatest Export (‘El mejor producto de exportación de México’) que ofreció en el marco del foro Tijuana Innovadora 2014. Diáspora Mexicana, César Millán contó que esta visita significó su regreso a dicha ciudad fronteriza después de 23 años. La última vez que pasó por la misma fue para cruzar la ‘línea’ de manera ilegal, con unos pocos dólares en la bolsa y sin hablar una palabra de inglés.
“Me vine a Tijuana un 23 de diciembre. Algo dentro de mí me decía que me tenía que venir para acá en un autobús tres estrellas que apestaba a ‘miados’. Llegué a ‘la línea’ sin hablar nada de inglés, finalmente me brinco y me pongo a trabajar. La primera frase que aprendí fue: ‘Do you have application for work?’”, dijo.
El niño Millán, entonces de 13 años, ya tenía experiencia con estos animalitos. De hecho, en su natal Culiacán lo conocían como “el perrero” porque caminaba las calles de su pueblo sinaloense acompañado por una manada de callejeros. Como él mismo se define, “chaparro y rodeado de perros”, no tenía mucho éxito con las adolescentes “culichis”.
Después de algunos años ganando un dólar al día (suficiente para comer un hot dog y vivir debajo de un puente) su suerte cambió. Llegó a la casa de dos viejitas y les soltó su única frase conocida.
Las viejitas lo pusieron a cargo de un cocker spaniel y él lo “rehabilitó” sin problemas para que dejara de ser un problema para sus dueñas. Cuando aplicó la lección que le enseñaron los perros en toda una vida de cuidarlos (confianza, respeto, lealtad), las mujeres le entregaron las llaves de su casa.
Después de unas semanas con las viejitas, César Millán ya había juntado los dólares que necesitaba y era momento de emprender su viaje a “Disneylandia en Hollywood”, el final del “camino amarillo” que era para él su travesía por Estados Unidos. Ahí, pensaba, tendría su programa de radio y otro de tele.
“Empecé a caminar perros de a gratis porque me daba cosa verlos encerrados. Traía yo 40 perros sin cadena y pensaba: ‘si así camino en Culiacán, así voy a caminar aquí’, pero no sabía que en Estados Unidos era ilegal. La gente ya me conocía como ‘el mexicano que camina una manada de perros’ y me hice de mi fama”, contó.
En una de esas calles de Los Ángeles, se convirtió en el paseador de los perros de varios basquetbolistas del equipo de baloncesto Lakers de Los Ángeles. El día que le pidieron demostrar cómo había entrenado a un rottweiler, de pura suerte entre el público se encontraba la actriz Jada Pinkett y eso le cambió la vida: Jada lo contrató para rehabilitar a sus perros y a los de su prometido, el entonces rapero Will Smith, le pagó clases de inglés y lo presentó con sus amigos.
De ahí se hizo de clientes hasta que finalmente consiguió la ciudadanía estadounidense y conducir su propio programa de televisión (El encantador de perros). Pero el momento cúspide de su gloria, considera, fue cuando sus hijos lo comenzaron a considerar un tipo ‘importante’ porque salió en un capítulo de la serie animada South Park.
Al final, como inmigrante ilegal, puso en práctica la ‘Filosofía del perro’: ser paciente, no juntarse con ciertas manadas, ser el líder y no esperar a que los gobiernos estadounidense y mexicano resuelvan el conflicto de la inmigración ilegal entre ambos países.
“De la forma que yo lo veo, el inmigrante tiene que saber que él no le quita el lugar a nadie porque ese es un concepto que manejan mucho (los estadounidenses). Agarran esa idea y crean miedo y agresividad. Yo no le quité el trabajo a nadie, sólo ocupé espacios vacíos. Es mi mentalidad de inmigrante lo que me llevó a pasear perros”, dijo en conferencia de prensa.
“Las autoridades están lentas. Ellos no se esfuerzan hasta que los dañen o les afecte de alguna manera. Eso es muy mexicano también, esperar a que resuelvan esos problemas, pero cuando ellos no lo hacen, uno lo tiene que hacer”, concluyó.