El artista Fernando Palma presenta hasta marzo próximo su exposición “…amotla otlacualacac oncan tlanahuatiz quename ye huitz quiahuitl…mocualnezcayotl” …no relampagueó para anunciar que llovería…tu hermosura en el Museo Universitario del Chopo. Se trata de una instalación de esculturas electromecánicas que resignifican el uso de la tecnología y traen el imaginario prehispánico de Milpa Alta a primer plano para lanzar un cuestionamiento universal sobre la contaminación del ambiente y el crecimiento voraz de las urbes.
La mancha urbana devora el paisaje. Según cifras oficiales, en los recientes 30 años la Ciudad de México y su área metropolitana creció 700 por ciento. Con ese ritmo, en 2050 ésta alcanzará hacía el norte a la ciudad de Pachuca, en Hidalgo; al poniente las urbes de Toluca y Metepec, en el Estado de México, y al sur Cuautla y Cuernavaca, en Morelos. De llegar a ese escenario, la calidad de vida de los más de 35 millones de personas que lo habitarán no será la mejor.
Ipso facto las zonas de conservación ecológica (que ocupan actualmente más del 50% del territorio capitalino) se verán afectadas: sobre-explotación de recursos y ocupación de terrenos, entre otros factores, mermaran aún más la convivencia del ser humano con la naturaleza. Lejos quedaría —queda ya— la denominación que Alexander von Humboldt dio en 1804 al valle de la Ciudad de México cuando anotó en su diario: “Viajero: has llegado a la región más transparente del aire”.
Motivado por lo anterior, así como por la rescate del imaginario de los pueblos originarios del valle de México, particularmente de la delegación Milpa Alta —denominada antiguamente Malacachtepec Momoxca (“Cordillera de Altares”)—, el artista Fernando Palma expone en el Museo Universitario del Chopo su trabajo: “…amotla otlacualacac oncan tlanahuatiz quename ye huitz quiahuitl…mocualnezcayotl” …no relampagueó para anunciar que llovería…tu hermosura.
La exhibición —que estará hasta marzo próximo— del también ingeniero industrial mexicano nacido en 1957 se compone de esculturas electromecánicas elaboradas con aparentes desechos, que conjuntan la cosmogonía prehispánica con los avances tecnológicos para hacer “un comentario crítico sobre la manera en que la urbe moderna se relaciona con el medio ambiente”.
En el Museo del Chopo se exhibe un grupo de esculturas conformadas por cuatro “Tezcatlipoclas” cuyo cuerpo está hecho de un armazón metálico de dos pies: uno anclado a una base de madera con algún elemento natural como carbón o tezontle, y el otro movible con una llanta a manera de pie. La cabeza de estos seres llenos de cables es un radio común. Alrededor se encuentran cuatro coyotes antropomórficos elaborados con la misma técnica.
Más allá, vigilantes, se encuentran otros coyotes: éstos si están representados en cuatro patas, con cabezas de cartón y materiales naturales además de cables y metal. Cuatro banderas con inscripciones en náhuatl (la lengua indígena más popular en el país con más de un millón y medio de hablantes) se elevan por sobre las esculturas y una proyección baja al centro, en el suelo. Todas las figuras adquieren movimiento en algún momento. Los Tezcatlipocas emiten estática o alguna estación de radio del cuadrante por su cabeza de grabadora ¿Qué motiva esta acción?
“NUEVO ARTE PÚBLICO CONTEMPORÁNEO”
El origen del movimiento y sonido de las roboesculturas proviene de Milpa Alta, de Quetzalcóatl para ser exactos. Palma instaló una representación monumental del dios prehispánico en el patio de esa delegación, la cual funciona como fuente y como estación meteorológica. Vía Internet, ésta envía cualquier variación de temperatura, presión atmosférica, humedad, velocidad del viento y nivel pluvial a las figuras en el Chopo. Éstas reciben la señal y se accionan.
En entrevista con Yaconic, Daniel Garza, uno de los curadores de la exposición, sostiene que el trabajo de Palma es también “una reflexión sobre la tecnología, es decir, de cómo ésta tiene generalmente una función muy utilitaria. Después de que la cumple y ya no sirve se convierte en un desperdicio más que tarda muchos años en degradarse. En ese sentido la idea de Fernando es cómo mediante la imaginación y del arte se puede romper esa visión.
“De cómo la tecnología puede tener otro tipo de funciones y pueda transmitir mensajes. Que sea proclive a construir reflexiones como en este caso sobre el medio ambiente, la contaminación, etcétera”. Para el curador, con la conexión entre Milpa Alta y el museo Palma presenta “una especie de nuevo arte público contemporáneo”. Su trabajo está permeado por el imaginario prehispánico, terreno en el cual es un estudioso.
“…amotla otlacualacac gira en varios sentidos. Subraya y abre la reflexión sobre temas de relevancia universal como el calentamiento global y a la vez muy concretos como el impacto del crecimiento desbordado de la urbe sobre el ambiente de la ciudad y sus culturas originarias (en el caso de Milpa Alta, ), todo ello mediante la resignificación de la tecnología.
Dado el panorama ambiental y urbano que se prevé para los habitantes del valle de México, será mejor que comencemos a reflexionar-accionar y Fernando Palma nos da pistas con su arte para ello. Viajero: no has llegado a la región más transparente del aire; pero puedes hacer algo para que sea así… de nuevo.