Las clases ya iniciaron y los niños, entusiasmados algunos y resignados otros, deben afrontar nuevos retos educativos, lo que les exige un mayor rendimiento físico y mental que pueden obtener con una dieta balanceada, tiempos de descanso apropiados y, sobre todo, una correcta hidratación.
De acuerdo con Arturo Torres y Gutiérrez Rubio, director del Instituto de Bebidas para la Salud y el Bienestar, el agua en cantidades adecuadas tiene un impacto positivo y directo en el funcionamiento no sólo físico, sino también mental de los niños.
“Al ingerir una cantidad de líquidos adecuada, hay una mejora en algunos aspectos que pueden ayudar a los niños a incrementar su rendimiento escolar, como lo son las capacidades aritméticas, psicomotoras y de discriminación visual; memoria a corto plazo, concentración, atención, estado de alerta y humor”, advierte el especialista.
Los beneficios de consumir agua, añadió, influyen en muchos procesos del cuerpo, como la regulación de la temperatura o a nivel celular y de los órganos.
“El cerebro, por ejemplo, es un órgano que se ve especialmente influido por el nivel de hidratación, ya que está formado por tres cuartas partes de agua; es por esta razón que, si no hay suficiente cantidad de agua, nuestro rendimiento empieza a funcionar por debajo de lo óptimo”, agregó Gutiérrez.
No obstante, el especialista indicó que el consumo de agua debe estar regulado ya que, al igual que en los adultos, las necesidades de hidratación en los niños varían por múltiples factores como edad, peso, nivel de actividad física e incluso, las condiciones climáticas en donde se vive.
En relación a los adultos, un infante tiene mayor cantidad de agua en su cuerpo, 5% más que, aunque parezca poco, es suficiente para determinar una mayor necesidad de reposición de líquidos en caso de deshidratación.
Asimismo, los niños tienen también menor sensibilidad a la sed que los adultos, es decir, tardan más tiempo en percibir la necesidad de beber agua, por lo que se vuelve necesario estar al pendiente de su ingesta de líquidos para el reemplazo oportuno del volumen de agua que pierden.
Y es que, de acuerdo con diversos estudios, la pérdida de agua equivalente a sólo 1% o 2% del peso corporal de un niño puede derivar en un deterioro importante de sus funciones mentales. Asimismo, la deshidratación también se asocia con confusión, irritabilidad y letargo.
“Es muy importante que los niños siempre tengan líquidos a su alcance. Todas las bebidas contribuyen a la hidratación y pueden ser parte de una dieta correcta. El agua simple debe ser la fuente principal, pero también pueden incorporar otras opciones, de acuerdo con sus gustos y estilo de vida”, concluyó Gutiérrez Rubio.