Ya viene el cortejo, ya suenan los claros clarines de los paladines, podríamos decir en libre paráfrasis del gran Darío, pues los señores y la señora candidatos (el plural incluye el femenino; la gramática no paga cuota de género) atruenan el espacio con gritos, arengas y proclamas y sus militantes les calientan a la chusma acarreada en cada plaza y en cada auditorio (en los estadios a veces fallan las cosas) para convocar al pueblo a estar presente cuando se pronuncien palabras de tanta hondura e inspirado republicanismo como la profundidad de los arrecifes donde por cinco minutos el Jacques Cousteau de la política mexicana, Gabriel Quadri, combina la intrascendencia con la faramalla.

 

–No regresaremos al pasado autoritario, proclama Josefina Vázquez a quien su garganta desgarrada desde el primer día le reclama la consulta de un foniatra, mientras su partido le organiza el infalible discurso de la matraca, el griterío, los globitos y, como no, la inauguración del Pinabus. Dios mío, cuánto ingenio redentor.

 

Pero ya en los ardores de Macuspana, don Andrés Manuel alza de nuevo la majagua y en un estadio beisbolero ( a él no se le va nadie por el jardín derecho), promete entregar su corazón cuando hayan sido derrotados quienes ofrecen más de lo mismo, del injusto sistema por el cual los jóvenes no tienen ni siquiera esperanzas y los caminos del delito y el crimen se abren para ellos como senda promisoria.

 

Y como parte inevitable de todo este conjunto, pues obviamente, el líder, el puntero, el rey de las encuestas, el hombre cuya sonrisa mueve multitudes y subyuga miradas de enhiestas pestañas (hubiera dicho José Alvarado), Enrique Peña Nieto a quien le han metido todas las zancadillas posibles y él avanza y avanza, paso a paso, como en sus anuncios de TV en el interminable recorrido por la república entera.

 

Camina y camina y firma y firma desde el principio compromisos como lo hizo cuando iniciaba campaña en Tejupilco, Texcoco, Tenancingo, Tecámac,Temamatla, Temascalcingo o Tenango del Aire, Toluca, Tultitlán y otros municipios del Estado de México (tienes tanta “te”) y como aconsejan los terapeutas, se enfrenta a la luz de sus temores y no tiene rubor de regresar a Guadalajara y hablar de sus errores librescos en la malhadada oportunidad de aquella feria y cuando lo verbaliza lo exorciza y lo desvanece en el amplio territorio de la anécdota, lejos, lejos de la malsana crítica de sus enemigos.

 

Pero no son estos cuatro personajes quienes solos habrán de determinar el desarrollo y mucho menos el resultado de la campaña. Hay, como en el pasado (al cual dicen no querer regresar quienes hoy detentan el poder) una conducción y una inducción.

 

El ejemplo de la primera es el retiro del control de la campaña de las manos de Josefina. El segundo es el rollazo del miércoles pasado en el cual abiertamente el Presidente quiere presentar sus logros (ciertos o no; reales o exagerados por el turbio prisma de la autocomplacencia) y lo expresa de manera clara, sin tapujos, con libertad plena: el voto será consecuencia de la percepción sobre este gobierno y es a él a quien le corresponde explicar y orientar (inducir, diría otros), pero como las limitaciones legales lo impiden ya en estos días, hagamos ahora este hermoso juego de cifras, estadísticas y emocionadas explicaciones pues el tiempo se agota y pronto ya no se podrán apretar los timbres de hoy; todas las pilas estarán secas (habría dicho Enrique Santos Discépolo).

 

Por eso el Presidente interviene de manera tan directa y decidida y hasta se hace invitar a un programa de debate convertido en panel de entrevistadores en el Cana de las Estrellas y ahí expone (entre otras cosas) su proyecto transexenal: llevar a su esposa a la candidatura del 2018.

 

Total, si lo hizo Kirchner en Argentina…

 

“Como ocurre en cualquier democracia –explicó–, buena parte de la campaña girará, seguramente, en torno a un debate intenso sobre la situación del país, y sobre los programas y políticas de esta administración.

 

“En pleno uso de su libertad, en pleno uso de su libertad de expresión, los candidatos y los partidos podrán cuestionar, como siempre lo han hecho, al Gobierno que encabezo. Pero a diferencia de otras democracias, en nuestro país no será posible que el Gobierno exprese con esa misma libertad sus argumentos o sus puntos de vista.

 

“Es por eso, que con el afán de contribuir a un debate ciudadano mejor informado, hoy quiero hacer un balance de lo que a mi juicio son los elementos y los cambios fundamentales que ha vivido nuestro gran país en los últimos cinco años”.

 

Pero muchos lo ven distinto. El carácter de plebiscito sobre el rumbo nacional teñirá la decisión electoral y el gobierno apuesta y necesita la continuidad como garantía de supervivencia histórica.

 

Pero en este sentido Cervantes escribió en el hielo.

 

–No te enojes, Sancho, ni recibas pesadumbre de lo que oyeres, que será nunca acabar; ven tu con segura conciencia, y digan lo que dijeren; y es querer atar las lenguas de los maldicientes lo mesmo que querer poner puertas al campo, si el gobernador sale rico de su gobierno dicen dél que ha sido un ladrón y si sale pobre que ha sido un parapoco y un mentecato.

 

En su oportunidad, el Presidente se pone, digamos, cervantino y ahonda en este asunto del gobernante rico y el gobernador mentecato, calificativo del todo ajeno a su talante y conducta:

 

“Un concepto que, entre broma y en serio, la gente con ironía, algunas gentes dicen, hablando de nosotros los funcionarios, los gobernantes, los presidentes, los gobernadores, dicen: Que robe, pero que haga obra. Mucha gente lo dice. O éste robó, pero hizo obras.

“Tenemos que cambiarlo, amigos. No se vale robar a la gente. No se vale. Y yo he tenido aciertos y errores, qué duda cabe, como Presidente, pero sí les puedo asegurar que he tratado de luchar, y he luchado, por cambiar eso con hechos; y he tratado de ser un Presidente que no roba y que hace obra”.

 

Sorpresivamente la noticia inundó las calles. Jorge Carpizo murió en el hospital al cual fue internado para una intervención quirúrgica aparentemente sencilla. Tres paros cardiacos, dicen unos; un shock anafiláctico, dicen otros.

 

La muerte de Carpizo, como su vida pública entera fue, sin duda, un golpe de viento.

 

Polémico, altivo y arrogante, el ex procurador de la República y fundador de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, entre otras muchas posiciones políticas relevantes (la Rectoría de la UNAM, la Corte, la embajada en Francia), vivió siempre perseguido por el escándalo y la polémica. Y cómo no: él mismo encendía las hogueras de la polémica y la diatriba. Hasta el día de su deceso había demandas suyas contra la prensa en el juzgado.

 

En algunos de sus aspectos Carpizo fue un constructor. En otros, un provocador.

 

La finalidad que persigo no es que los lectores me crean sino que reflexionen, dijo Jorge Carpizo (cito de memoria) en su ensayo defensivo Anatomía de perversidades.

 

Y sobre su figura, su imprudencia y su proclividad por el riesgo, quizá quien mejor lo haya descrito sea Gerardo Laveaga, director del Instituto Nacional de Ciencias Penales:

 

–No obstante ¿qué significa ser prudente? ¿Eludir los compromisos? ¿Tratar de quedar bien con todo mundo?

 

“Resuelto a transformar, a limpiar, a modernizar, Carpizo llegó a poner en riesgo su vida más de una vez. Esto hablaría mal de un político profesional, sólo atento a su triunfo en las urnas. Pero Carpizo –lo hemos dicho– nunca fue un político profesional.

 

“Y, sin embargo, su visión y su audacia lo llevaron a ser más útil a México que la mayoría de los políticos profesionales.

 

“Como su figura se antoja aún demasiado próxima a nosotros, algunos se resisten a ver lo que será obvio en unos años (esto fue escrito cuando nadie se imaginaba su muerte): Carpizo pertenece a la estirpe de los grandes juristas y –a pesar suyo– de los mejores políticos mexicanos…

 

 

Lo acaba de anunciar el presidente del IFE, Leonardo Valdez Zurita: El 11 de mayo el Consejo General sesionará para conocer los resultados del proceso de revisión de los gastos en las precampañas.

 

Y yo digo, se escucharán lamentos y crujir de dientes, como en el infierno, dijo el Dante.