Asumió el poder en plena debacle financiera y en su toma de posesión marcó un objetivo, tan preciso como crudo porque era el diagnóstico frío del desastre que encontró a su llegada a la Presidencia. Para mostrar firmeza ante el desafío mayúsculo que enfrentaba hiló una frase en su discurso: “no permitiré que la patria se nos deshaga entre las manos”. Esa expresión marcó su paso por el gobierno y explica tanto el cambio de rumbo en materia económica como su tozuda negativa a la apertura política, que provocó, tal vez a su pesar, cambios definitivos en el país.

 

La personalidad fría, austera, al parecer carente de emociones, del presidente De la Madrid contrastó con su administración, en la que hubo convulsiones en todos los ámbitos. En el económico, su especialidad, representó un viraje de 180 grados ya que adoptó un política de adelgazamiento del Estado, recorte al gasto público, apertura de fronteras a las mercancías importadas, pese a su reiterada reivindicación del nacionalismo revolucionario.

 

El presidente encargó a su equipo económico, en el que destacaba el secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas, la venta de empresas adquiridas por el gobierno que fueran ineficaces o que participaran en actividades no prioritarias.

 

De acuerdo con Jacques Rogozinski, encargado de la privatización de empresas paraestatales en la administración 1988-1994, cuando De la Madrid asumió el poder había mil 155 entidades paraestatales, que participaban en 63 ramas de actividad. Durante la administración De la Madrid se privatizaron 118 empresas, pero a fines de 1988 seguían en proceso 54 más; en 1993, la cantidad de empresas del Estado se había reducido a 213.

 

Enfrentado a la virtual quiebra derivada de la caída en los precios del petróleo, que llegó a cotizarse a 6 dólares el barril luego de valer 25, y el aumento desmesurado de la deuda externa, pasó de 20 mil a más de 50 mil millones de dólares, ya que se usó como palanca para impulsar la política petrolera en el sexenio de José López Portillo, De la Madrid adoptó fuertes medidas de ajuste, especialmente en lo que se refería al gasto público.

 

Aunado a eso, la tragedia del terremoto de 1985 y el aumento en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos causaron que la economía mexicana se hundiera. El crecimiento promedio en su sexenio fue de 0.22, mientras la inflación aumentó 88% anual por lo que su presidencia estuvo asociada al término “década perdida”.

 

Pero si su régimen se caracterizó por la definición de un nuevo rumbo económico, en el político su sexenio será recordado por la polémica elección de 1988, en las que Cuauhtémoc Cárdenas obtuvo más votos que el candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, en estados como Michoacán, Morelos, Baja California, Distrito Federal y el estado de México.

 

La noche del 6 de julio, cuando la Comisión Federal Electoral, presidida por el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, encargada de organizar las elecciones, dijo que no era posible informar el resultado de los comicios, se acuñó la frase que acompañaría al político nacido en Colima en 1934 hasta el último de sus días, “la caída del sistema”.

 

De la Madrid contó a la periodista Martha Anaya que, debido a que los resultados no eran positivos para el PRI, Bartlett sugirió no darlos a conocer y esperar a que se equilibraran con los de entidades donde el partido en el gobierno había ganado para evitar la impresión de que los resultados se habían alterado.

 

A las 11 de la noche, el secretario de Gobernación anunció que el sistema de cómputo se había caído con lo que se abrió la puerta a un conflicto poselectoral que duró meses y que sembró la duda permanente acerca de si el PRI había ganado o se había impuesto mediante un fraude.

 

De la Madrid contó a Anaya, como se consigna en el libro 1988. El año que calló el sistema, que la paz social estaba en riesgo por el desconocimiento de la oposición a los resultados. El presidente adoptó una posición inflexible en caso de que la protestas se desbordaran, como lo refleja el diálogo:

 

-¿Se hubiera atrevido a enfrentar al ejército con la gente?

 

En caso necesario sí.

 

-En el mitin del zócalo, la gente le pidió a Cárdenas que tomaran Palacio Nacional y él se rehusó. ¿Había orden de disparar y no dejar que tomaran Palacio?

 

Sí, di esa orden antes del mitin, el ejército estaba acuartelado y pendiente.

 

Ayer, en la casa de Coyoacán donde vivió antes y después de ocupar la Presidencia, sus ex colaboradores, como Salinas de Gortari, el primero en llegar; Bernardo Sepúlveda, su secretario de Relaciones Exteriores; Jesús Sliva Herzog, titular de Hacienda; Francisco Labastida, secretario de Energía; y Manuel Bartlett, hoy candidato al Senado, postulado por la izquierda, recordaron los tiempos complicados que enfrentó, seis años en los que la cara del país cambió definitivamente.

 

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