Nadie podrá negar que lo dijimos: No pasará mucho tiempo para que la Secretaría de Educación Pública anuncie urbi et orbi que las evaluaciones a los maestros –que forman parte de la apresurada y errónea reforma constitucional educativa que aprobaron los nefastos pactistas– serán “ajustadas”, “revisadas”, “adecuadas” o cualquier otro nombrecito que se les ocurra… y si las quieren aplicar a fuerzas ¡se les va a aparecer el diablo encuerado y descalzo!
El viernes pasado la SEP informó que “con motivo de nuevos elementos a considerar” quedaban suspendidas in-de-fi-ni-da-men-te las fechas previstas para el proceso de evaluación para el ingreso, promoción y permanencia de maestros de educación básica y media superior.
Aquellos organismos públicos autónomos –nada más en el papel– como el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación condenaron, como era de esperarse, la medida, argumentando entre otras cosas que vulnera la reforma educativa. ¡Cuál reforma!, exclaman los observadores políticos que desde hace muuuuchos meses se han preguntado:
¿Es ya una realidad en la práctica la reforma educativa, algunos de cuyos aspectos recibieron en su momento la dura crítica de Elba Esther Gordillo?
¿Cuenta el gobierno con el apoyo militante del SNTE?
¿Alguien en la Secretaría de Educación Pública ha logrado detener el creciente y violento poderío de la CNTE?
Con la pena, pero la respuesta a esas preguntas es: No.
Un poco de historia, para quienes insisten en olvidarla: Desde diciembre de 1979, al surgir la oposición magisterial de la CNTE, la profesora se benefició de la actividad disidente desplegada por maestros de varios estados cuyas secciones sindicales son controladas por la Coordinadora, en particular Guerrero, Michoacán y Oaxaca. La táctica que mejores resultados ha dado a la CNTE es el paro de labores, reforzada simultáneamente por el impacto mediático de multitudinarias manifestaciones en la ciudad de México, apuntan los observadores. Lo paradójico –aunque tal vez no tanto– es que los buenos resultados obtenidos por la disidencia con sus protestas, también fueron positivos para Elba Esther porque fortalecieron su posición frente al gobierno federal, agregan aquéllos, y documentan:
Cada vez que la CNTE intentaba poner de cabeza al sistema educativo nacional, la lideresa se alineaba con el presidente en turno, y le daba garantías políticas de que los profesores del SNTE no romperían su disciplina laboral y de que su gremio sería siempre respetuoso de las instituciones. Con ello, la profesora estableció una radical diferencia entre el SNTE y la CNTE, a la que llamaba “disidencia violenta anti México”.
Los gobiernos que durante cuatro sexenios coexistieron con Elba Esther aceptaron siempre las garantías políticas que ella les dio y actuaron en consecuencia para apoyar su cacicazgo. Mediante esa alianza forzosa, los gobiernos se aseguraron de que un millón 300 mil maestros no siguieran los pasos de la disidencia. Es claro que la CNTE colaboró en medida no menor para que los gobiernos de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón hubiesen preferido a Elba Esther como aliada y no como adversaria. Por eso, después de que inició su liderazgo en el SNTE en 1989, ella fue también senadora de 1997 a 2000; diputada federal por tercera ocasión en 2003, y dueña del Partido Nueva Alianza fundado el 30 de enero de 2005 por profesores a sus órdenes.
Nada más y nada menos.
¿Y Elba Esther Gordillo? Nadie sabe lo que piensa, pero no sería remoto que hoy estuviese esbozando una leve e irónica sonrisa.
One more time hacemos la pregunta: ¿Cuántas semanas –o días– podrá resistir aferrado al puesto el abogado Emilio Chuayffet Chemor al frente de la Secretaría de Educación Pública, que no ha podido con el paquete de echar a andar la reforma educativa ni ha intentado siquiera meter en cintura a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación?